Tiempos verbales | Con verdadero amor


«Las violencias de género no desaparecerán por mucho que su persecución sea garantizada por una nueva institucionalidad, ni porque la causa feminista sea una de las más potentes en los últimos años (…) ni con las correcciones que sobre las leyes haga el nuevo texto constitucional para convertirse en delimitante de la acción entre personas (…) porque en un país preeminentemente machista como este, aun la mayoría de las encarnaciones de esas instituciones y de esas leyes recaen sobre nosotros, los hombres, y aunque a algunos nos pese, no podemos omitir el hecho de que los aberrantes hechos aquí detallados fueron cometidos por nuestros pares, esa clase de hombres somos.»


Sigue siendo uno de los temas recurrentes, que cada poco tiempo abordo en estas entregas, porque, lamentablemente, siguen siendo atrozmente recurrentes las nuevas víctimas que nosotros, los hombres, continuamos aportando al negrísimo número que cuenta a las compañeras que ya no están. De acuerdo a los datos de la Red Chilena Contra la Violencia Hacia las Mujeres (http://www.nomasviolenciacontramujeres.cl/), van 31 femicidios en lo que va de año (cuyo número incluye un lesbofemicidio y dos transfemicidios). El último de ellos, ocurrido hace menos de diez días, tuvo por víctima a una joven de 27 años asesinada por su ex pareja en la comuna de Lo Espejo. Sobre el hombre (como en tantos otros tristes casos, dígame usted cómo no sentir impotencia) regía orden de alejamiento vigente.

 

Siempre es terrible -ciertamente- hacer el recuento utilizando ese “van”, como si con ello se aceptara como algo normal, dado que somos la sociedad que somos, sumar algunos casos más antes de que se acabe el año. ¡Es inaceptable!, decimos todas y todos, pero ahí está el número, trágicamente creciendo, de indesmentible manera. Nuestras prácticas gritan más fuerte que nuestras consignas, según se ve.

 

Al mes de agosto de los últimos dos años anteriores a 2022, se contaban 30 femicidios, 3 suicidios femicidas y 6 asesinatos por violencia femicida; decesos, estos últimos, que no necesariamente implican la ultimación de una mujer, resaltando entre ellos, tristemente, el caso de un niño de 11 años, apuñalado por su padre para castigar a la madre, por el hecho de que esta había decidido vivir con una nueva pareja, o el caso del hombre asfixiado luego de “violación correctiva”, por el solo hecho de haberse identificado como varón trans.

 

2021, en particular, no fue más esperanzador. Todo lo contrario; 31 femicidios a agosto de ese año, incluidos dos casos que además se cuentan también dentro de la figura de asesinatos por violencia femicida (cuyo número fue de 6, para el mismo mes y año), puesto que las víctimas, don niñas de 11 y 3 años, fueron asesinadas por su padre para vengarse de la madre, de 23 años, por el hecho de que ella había decidido separarse de él. Y si usted sacó bien sus cuentas, sí, el hombre embarazó a la joven cuando esta tenía 11 años, vale decir, que él era a la vez pedófilo, violador y filicida. El victimario se suicidó luego de ultimar a sus hijas. Carabineros tenía la orden de llevarse a las niñas donde su madre la noche anterior a ocurridos los hechos, cuestión que no se llevó a cabo porque la policía deliberadamente no cumplió esa orden.

 

Tres fueron los suicidios femicidas a esta fecha el año pasado.

 

El Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género (MMEG) cuenta, por su parte, hasta la semana pasada, 25 femicidios consumados y 91 femicidios frustrados en lo que va de este año. Esta “diferencia” respecto del conteo de casos que hace el órgano especializado, la Red Chilena contra la Violencia Hacia las Mujeres, es algo que parece tener su fundamento en la manera en que la cartera gubernamental entiende y ejerce lo que dicta la ley 21.212 o “Ley Gabriela”, pues si bien es cierto que esta ley, mediante la incorporación de tipos penales específicos que amplían el concepto de femicidio a los casos en que ocurre fuera de una relación afectiva, pasando de su versión anterior del concepto de femicidio, que lo entendía como “el asesinato de una mujer ejecutado por quien es o ha sido su cónyuge o conviviente, o con quien tiene o ha tenido un hijo en común, en razón de tener o haber tenido con ella una relación de pareja de carácter sentimental o sexual sin convivencia”, a considerarlo como “el asesinato de una mujer en razón de su género, pero solo si la muerte se produce en alguna de las siguientes circunstancias: Ser consecuencia de la negativa a establecer con el autor una relación de carácter sentimental o sexual; ser consecuencia de que la víctima ejerza o haya ejercido la prostitución, u otra ocupación u oficio de carácter sexual; haberse cometido el delito tras haber ejercido contra la víctima cualquier forma de violencia sexual, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 372bis.; haberse realizado con motivo de la orientación sexual, identidad de género o expresión de género de la víctima; haberse cometido en cualquier tipo de situación en la que se den circunstancias de manifiesta subordinación por las relaciones desiguales de poder entre el agresor y la víctima, o motivada por una evidente intención de discriminación.”

 

Si bien es cierto pareciera que las reformas a esa ley, propias de las necesidades de estos tiempos, incluyen en su cuerpo a las nuevas sexualidades, no es menos cierto que al hablar de “víctimas” no establece con claridad rotunda si entran dentro de esa consideración quienes, habiendo nacido hombres, hayan decidido ser adultas mujeres. Entonces, al no considerar femicidio el delito de asesinato cometido en contra de una persona trans, por ejemplo, tiene lugar esa diferencia en los totales.

 

Si uno realiza una revisión de cohorte (estudio que observa un determinado fenómeno y su evolución en un determinado grupo social, a lo largo de un determinado lapso de tiempo), se dará cuenta además que esta diferencia es observable en el tiempo, pues en los últimos diez años el ministerio registra un promedio anual de 41 casos, cuyo mínimo es 34 y máximo es 46 femicidios, significando una diferencia final de casi 20 delitos para el total anual de la cohorte respecto de los datos que recaba la Red (https://www.sernameg.gob.cl/?page_id=27084).

 

Vale igualmente la pena revisar los antecedentes que recopila la Subcomisión de Estadísticas de Género (SEG), https://www.estadisticasdegenero.cl/, dependiente del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y del MMEG, porque tiene la gracia de que entrega estadísticas de manera diferenciada de acuerdo a los distintos tipos de violencias de género (física, psicológica, verbal, etc.), así como también otros indicadores, tales como los relativos a economía y finanzas, educación y cultura, seguridad y justicia, trabajo, entre otros; todos analizados desde la perspectiva de género. No obstante, sus datos entregan información solo hasta 2020, puesto que esas son las cohortes con que analizan esta problemática social.

 

Todo lo anterior, a pito no solamente de la reciente condena del violador múltiple Martín Pradenas Dürr, sino que también, o más bien, mejor dicho, porque se acaban de dar a conocer los resultados de la Encuesta Nacional de Opinión de Mujeres sobre el Proceso Constituyente en Chile, llevada a cabo por la Corporación Humanas, el Centro de Estudios de la Mujer y el Observatorio de Género y Equidad, en cuyas consultas relativas a si se piensa que el nuevo texto constituyente podrá contribuir a resolver de mejor manera las diversas problemáticas de género, el 56,4% de las encuestadas estima que la propuesta mejorará la situación de las mujeres a nivel general, y aunque esta cifra pudiera dar cierta esperanza sobre lo que esperamos resulte en los próximos comicios, la intención de voto se divide en partes iguales entre las encuestadas, dando un 31% tanto para el Apruebo como para el rechazo, y un 32% de indecisas (los porcentajes restantes se dividen entre el desinterés total con el proceso, la opción de nulidad y “No sabe/no responde”). De las votantes cuya opción es el Apruebo, el 72% de estas votará así porque considera que el nuevo texto reconoce y garantiza los derechos de las mujeres. Las votantes por el rechazo, en tanto, señalan que la nueva constitución traerá más desunión al país, 53%, y el 49% porque no se respetará la propiedad privada (dando cuenta así del alcance que han logrado tener las mentiras difundidas sobre el texto, principalmente desde sectores de derecha). En cuanto a la consulta específica referida al tema de la presente columna, el 75% de las encuestadas en general, esta “muy de acuerdo” con la inclusión de artículos que promuevan y garanticen el derecho de las mujeres, niñas, diversidades sexuales a una vida libre de violencia de género.

 

Del todo interesantes son, cabe agregar, las diversas temáticas abordadas y las respuestas que obtuvieron, les dejo el link: https://www.humanas.cl/wp-content/uploads/2022/08/ENCUESTA-CORPORACION-HUMANAS_2022.pdf

 

Mas allá del cálculo político que más de alguno seguro hará con esta información, el hecho es que las violencias de género no desaparecerán por mucho que su persecución sea garantizada por una nueva institucionalidad, ni porque la causa feminista sea una de las más potentes en los últimos años (y cómo no serlo, si lamentablemente no dejamos de aportarles víctimas a la causa nosotros, los hombres), ni con las correcciones que sobre las leyes haga el nuevo texto constitucional para convertirse en delimitante de la acción entre personas (porque ni aun con la Ley Gabriela en plena vigencia se logró que el primer femicidio de este año, cometido sobre una víctima de 55 años, quien fue apuñalada 72 veces y con claros signos de agresión sexual, fuese catalogado como tal, formalizándose finalmente al imputado por los cargos de robo y de homicidio; ¿se acuerdan?), porque en un país preeminentemente machista como este, aun la mayoría de las encarnaciones de esas instituciones y de esas leyes recaen sobre nosotros, los hombres, y aunque a algunos nos pese, no podemos omitir el hecho de que los aberrantes hechos aquí detallados fueron cometidos por nuestros pares, esa clase de hombres somos. No sirve descartarse. Ninguna esperanza del cambio que tanto decimos todos querer para mejor, será posible si los hombres no hacemos esta urgente revisión y corrección.

 

Sin este específico gesto de amor, el verdadero, aprobar no sirve de mucho.

 

 

 

 

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