«No hay luz, menos agua, tampoco baños en esos sitios, porque así es llegar a vivir a un terreno abandonado de la mano de dios -como dicen los puritanos- y comenzar desde cero, sin familia cerca, sin apoyo del estado ni de nadie, dejando atrás la condición de allegados.»
Camiones ingresan llenos de pertrechos y paneles de casas en la madrugada a tomar posesión de los terrenos de la periferia -a la maleta- al antiguo sitio eriazo que hoy dejará de serlo, porque se convertirá en una más de las tantas tomas que por estos años se han popularizado en este terruño, muchas de las cuales se formaron en medio del estallido social y que por momentos se notan fuera de control. No hay luz, menos agua, tampoco baños en esos sitios, porque así es llegar a vivir a un terreno abandonado de la mano de dios -como dicen los puritanos- y comenzar desde cero, sin familia cerca, sin apoyo del estado ni de nadie, dejando atrás la condición de allegados.
No habrá comodidades, todo será cuesta arriba, pero los que se atrevan a entrar en la toma dejarán de vivir hacinados en una pieza estrecha, donde deben dormir, cocinar, comer, hacer sus necesidades y tener sexo (despacio y en silencio para no despertar a los niños y al resto de la familia, para no despertar a los vecinos que viven también bajo la misma condición de hacinamiento, unos al lado de los otros, separados por delgados tabiques, todos condenados por la falta de recursos). Es lo que les queda a muchos de los que -en Chile- forman parte del gran porcentaje escuálido económicamente hablando, a la mayoría que gana demasiado poco, a la mayoría que no ha heredado nada porque sus progenitores también fueron pobres o lo siguen siendo, a los inmigrantes clase B. Tomarse un terreno es la única opción para no vivir apretujados como animales de matadero, para ser independientes y soñar con dignidad, es eso o vivir en un parque o en una carpa como indigentes.
Vecinos con martillos, clavos y serruchos se organizan, se ayudan mutuamente para levantar las débiles paredes que los ayudarán a cobijarse de la lluvia y sus mañanas escarchadas, o del sol quemante que lacera la piel ya ajada de los nuevos pobladores. De a poco también se van conformando las calles en aquel "gueto de los sin casa propia", donde los pobladores disputan sus diferencias a veces hasta llegar a la muerte, como ha ocurrido en el barrial de Batuco, donde no existen curas obreros que funcionan como mediadores ni asistencia social enviada desde el Estado o del municipio, entidades que callan ante esta dura situación. En mis visitas a este lugar he visto, además, cómo los basurales clandestinos se van agrandando sin que nadie diga ni haga mucho. Eso, más el barrial que en tiempos de lluvia se forma en sus calles, ponen en entredicho la esperanza inicial, el sueño del hogar propio, convirtiendo un terreno que ayer fue verde y natural en un sitio contaminado por el sucio colorido de los desperdicios y los animales muertos.
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