Poesía chilena actual | Hándicap literario, siete poemas de Cristian Cruz

UNA BELLA NOCHE PARA BAILAR ROCK

 

Esta es una bella noche para bailar rock.

A mi padre lo trajimos muerto desde Santiago,

la familia quería verse reunida por fin:

nuestra madre sólo recibía órdenes de la familia.

“Tú eres el encargado para irte con tu padre en la carroza”.

Bien, asentí, y fui a comprar cigarrillos.

A la salida de la ciudad le pedí al chofer que prendiera la radio,

/nos pusimos a fumar.

“Mi padre fumaba también”, dije.

Ya en la carretera buscaba una emisora;

las radios aquí se escuchan mal producto de las montañas.

“Escuchemos un cassette”, dijo el chofer.

Colocamos la cinta, una selección de rock argentino,

y luego preguntó si fumaba cannabis.

Fumamos mientras avanzábamos

/por las montañas y la carretera.

Al llegar bajamos el féretro de papá

y le di las gracias al chofer por el viaje.

Hoy como hace dieciocho años

pienso a quién debo traer de la gran ciudad,

para que la familia esté unida,

para que la familia sea feliz.

 

 

RELACIONES

 

Por la mañana leí un texto llamado

Literatura + Enfermedad = Enfermedad.

Al terminar no pude dejar de pensar en mis várices;

mi madre las tenía en una de sus piernas

/y el dolor la despertaba de madrugada.

Su hermana solía pedirme ayuda para llevarla de su pieza al baño,

del baño a la mesa del desayuno, y de ahí al jardín para tomar sol,

su cadera se había roto mucho tiempo atrás.

Ellas murieron de otras cosas: vejez, Chagas, Alzheimer.

Incluso ese escritor murió un par de semanas después de escribir

Literatura + Enfermedad = Enfermedad.

El poema en todo esto

es que alguien me vino a despertar desde un lugar remoto y cálido.

 

 

LA TRAMA

 

El poema es la trama que está sobre nosotros sin darnos cuenta,

es la avioneta que deja entrar su ruido por la ventana

y pensamos en el piloto que mira nuestra casa.

Entonces la avioneta es el poema que está sobre nosotros

y el piloto es el que escribe en su libreta

que ha visto una casa, un auto varado en el patio,

una hilera de árboles azotándose contra el viento

y dos o tres pozas de agua que son dos o tres espejos 

/si están quietas.

Continúa diciendo el poema, que sobre el techo de la casa

la sombra de la avioneta o bien la sombra del poema

comenzó a pilotarla una mujer con los brazos abiertos.

Nosotros que a esa hora dormíamos en casa

interpretamos el sonido del poema

que entraba por la ventana;

más bien era el sonido del cielo,

porque las avionetas son el sonido del cielo.

Pero era el poema que ululaba tras los visillos 

/para que yo lo escribiera.

 

 

RESTORÁN SENCILLO

 

La mesera te dice ¡ya, cariño!, y de manera fugaz

eso estremece tenedores y muebles;

este restorán, donde comen los pobres de corazón,

se transforma en tu casa de acogida.

No has tocado el pan del menú,

no deseas tocar el corazón de nada.

La mesera, los pobres de corazón y yo

creemos ver el Sol en los espejos,

y el ¡ya cariño! junto al bamboleo de los platos

es una gambeta a la soledad,

la mesa coja del corazón.

 

 

EDISON NO VISITÓ EL CEMENTERIO DE CONCEPCIÓN

 

Se me vino la imagen muy clara de la electricidad

que por cierto no tuve por una semana en casa,

un vecino me alcanzó energía con un alargador.

Veía las noticias frente a la casa oscura,

veía mi sombra preparando el té o buscando un lápiz o un bolso.

La casa oscura me obligaba a pensar en los detalles y cosas del día;

no quería por supuesto pensar en cosas extrañas, o malas,

nadie quiere eso cuando la casa está a oscuras.

En el Hotel Almagro decidí recorrer la ciudad,

me habían hablado bien de ella, pero igualmente terminé en el cementerio;

regresé pensando: ¡qué mal el cementerio, qué mal está la gente!

En la cena la mesera me preguntó por la ciudad;

respondí: la gente acá se quiere poco,

el cementerio está por los suelos.

Ah, mire, hace mucho que no voy por ahí,

mi hija y mi marido están allá, un accidente, usted sabe.

No, no sé respondí, y en ese momento me fui a oscuras,

la electricidad me había abandonado,

y pude ver mi sombra y la de ella

buscando a tientas entre los platos y los manteles

pero alguien prendió la luz de la campanilla de los pedidos

y nuestras sombras volvieron a nuestros cuerpos:

la electricidad volvió a retorcerse en nuestras vidas.

 

 

DE CÓMO MIRO POR LA VENTANA

 

Me acerqué a la ventana a mirar el paisaje,

pero no era el paisaje, era yo que estaba allá afuera como un corpus,

y cuando te digo corpus es que los árboles flotando

/podrían ser mis brazos

o mis piernas, no es seguro, tómalo como ejemplo;

o esa pareja a orillas del río, con ganas de lanzarse o amarse ahí mismo,

no puedo asegurar qué querían hacer.

Pero si fijo la mirada vuelvo a las nubes y trozos celestes,

eso podría ser mi cara, a ratos cubierta o despejada:

qué mejor que tu cara sea el cielo.

Me falta el río, no lo he olvidado,

pero saca a la pareja mejor:

el poema no requiere de calentura o derrota,

el río, el río es importante, y el corpus también;

no olvides el corpus que traspasa el cristal convertido en ti.

Ahora enciendes un cigarro porque te entusiasmaste,

porque no quieres dejar la ventana, que es el núcleo.

Tu tronco es el río, por él trafican los fluidos, tu voz,

y aunque no se ve el final de ese río

piensa que tus pies son el delta,

que los dedos son un brazo o un hilo de agua,

que las aves y la flora de ese delta son tu cabellera.

Como es de tarde, la luz que abrazaba el paisaje abandona

y tú comienzas a desaparecer,

y lo que había allá afuera, toma el reflejo de la lámpara

/que estaba tras de ti,

la forma de la cama, la colcha de la cama, el humo del cigarro.

Porque ahora la ventana refleja el cuarto:

fíjate, tú eres el cuarto, la puerta, la cama y la colcha.

Lo distinto es que no hay que traspasar el cristal

y lo de adentro y lo de afuera se hacen uno para que el poema sea.

 

 

NOTA

 

En la nota de despedida

dejaste sin querer el título del poema:

Borracho y egoísta. Un hándicap literario.

 

 

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Cristian Cruz (San Felipe, Chile, 1973). Ha publicado los poemarios: Pequeño País (Ediciones Casa de Barro, 2000), Fervor del Regreso (Ediciones del Temple, 2002), La Fábula y el Tedio (Ediciones Don Bosco, 2003), Reducciones (Ediciones Fuga, 2008), Dónde iremos esta noche (Ediciones Inubicalistas, 2015), Entre el cielo y la tierra – Antología (Mago Editores, 2015), La aldea de Kiang después de la muerte (Ediciones Casa de Barro, 2017). En 2003 publicó Papeles en el Claroscuro, libro de crónicas (Ediciones Gobierno de Valparaíso). Los poemas publicados pertenecen a Dónde iremos esta noche.

 

 

 

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