ÉPICA DEL BARDO
Me despedí de mi tierra
la abandoné
aún siendo un pájaro
sin plumas,
surqué el Paso del Caracol
con la verborragia de un mochilero
la vena aorta del Cono Sur
la lengua pétrea, me dije
yo nunca había visto el sol nacer
el Pacífico es un recipiente
que lo humedece hasta apagarlo
todo un esfuerzo existencial
para escribir
para lanzarme vagué
como lazarillo por Córdoba
buscando maestros para conversar
buscando comida para comer
buscando trabajo para trabajar
pero la locura, el jazz, los mirlos
en la cabeza siempre pueden más
me dije: “la poesía te vulnera
como al rebaño
y no es cosa de asustarse
ni de crear figuraciones
tan horripilantes como bellas
a semejanza de las Aguafuertes
de Goya
para ejemplificar”
quizás tenía razón, quizás no
pero la formalidad en mi escritura
me desagradaba, escribía
como si fuese el fregador de pisos de la torre de marfil
los poemas no son tulipanes y si lo son
tienen que oler al lugar donde nacen
yo sólo escribía en gladiolo
palabras que olían
como agua estancada de cementerio
algo andaba mal en mi escritura
por alguna razón
que ignoraba
algo fallaba
pedí consejos a libreros en el Paseo de las Artes,
pero sólo me respondían en libros
en epitafios, en apotegmas, en epigramas
y ya estaba hartado
fastidiado
de tomar vino toro hasta el amanecer
cagado de frío con rolingas y punkies
que veían el horizonte como vertedero
que tomaban parafraseando a Bukowski,
tarareando a Los Piojos y a Charly
queriendo verse en una fotografía como Artaud
o como el niño con el arma de Klein
un poco de estoicismo al anochecer
me vendría bien, pensé después de meses
¡Basta de ser copias de Caicedo y Pizarnik!
Vuelve sobre la ruta, me dije
a lo que vinimos, recalqué
entonces tomé valor y entré en la UNC
sentía la aridez de su tierra en mi cara
la sombra de Atenea con su risa macabra
sobre mi cabeza, al poco tiempo conocí
a los Saussure, a los Bajtin, a los Adorno y Horkheimer
a los Melendéz Pelayo, a las Kristeva, a las Butler, a los Benjamin
a los Pierce, a los Genette, a los Barthes, a los Derrida
y a una infinidad de autores que me llevaban
al límite del ACV
agotado como Atlas sobre el escritorio
pero con un cuerpo esquelético
me soñé como uno de los ladrones
en el Gólgota, vituperado por conceptos
dañado por la punta de lanza del Logos
diciéndole al Hijo de Dios lascivamente:
“dile a tu padre, sólo si es cierto, que la cagó
al crear el lenguaje el con che su ma re”
la facultad olía a mayo francés
y yo que sólo quería encontrarme
con Sanchos Panzas y Quijotes
no te impacientes me dije: “la poesía
pernocta en los anales de cualquier tiempo feroz”
pero la sensualidad burguesa fue mucho más fuerte
muchos Dionisos prestaban las casas
y hablábamos complicado, como rindiendo exámenes
los suaves citando a Rilke de memoria
los ásperos rasguñando el Tractatus Logico-Philosophicus
pero con marihuana y ácidos de calidad
vino de calidad, con cuerpos de calidad
por momentos me sentía en Delfos
lleno de sátiros y bacantes danzando en la pintura de Matisse
pero tantas caretas pesan en la cara
en un mundo lleno de deseos
hasta el espíritu se vende
y yo no tenía ni la cara ni la plata para tanto goce
yo debía morderme los labios de cuando en cuando
hasta hacerme sangrar
para despertar de ese ensueño
para recordarme que vivía
en una pensión oscura
en Ayacucho al 2200
que venía de la clase obrera,
que me quedaba un poco de arroz
dos cebollas y un ajo para comer
entonces
armé una pared con libros
y me encerré a leer a leer y leer.
EL NARANJITA DE LA PLAZA ALBERDI
Me contó de las calles
de lo difícil de conseguir laburo
de que hay que rebuscárselas en donde sea
que no queda de otra, que no hay más
me contó de los pájaros
de los perros, de lo difícil
que es ponerles nombres
de la gente que no cree en Dios
y de la inutilidad
de no creer en nada
me contó que con el vivir no alcanza
que la muerte es sólo de ida
que desengañarse del mundo es el camino
que tiempo al tiempo
que hay que mirarse las manos
para no olvidar nada
me contó de sus miedos
de adentro hacia afuera
palabras pesadas como la vida
pero inmóviles como cementerio
me contó del frío en los huesos
de las operaciones a la cadera
de la cicatriz que no le cura
de un accidente de borracho en la línea del tren
me contó de la comida que no come
y de la que nunca comerá
me contó de sus amores siempre fugaces
siempre intensos pero vulnerables
me contó de las peripecias de su vida
de Lazarillo que no quiso escribir
me contó que a veces
viene gente a rezar con él
que pide por él
pero no logran conmoverlo
me contó de su diabetes
que le comió el pie, que por eso la muleta
que la vergüenza se pierde con el vino
que los amigos sirven para hacer historia
que el mundo está lleno de sabiduría desgraciada.
UN DERSU UZALA DEL VALLE CENTRAL
De madrugada termino
“Dersu Uzala” de Kurosawa
pienso en ese bosque
colosal de coníferas
la expedición de los rusos
en una zona sibilina
y escucho a mi viejo
que se levanta
a las 5am como de costumbre
se queja como puerta vieja
le pregunto si está bien
pero no contesta
prende el televisor
hace zapping en el living
hemos conversado poco últimamente
lo comprendo, me comprende
su vida ha sido dura
a diferencia de mí
él habla lo necesario
lo imagino como un Dersu
Uzala del valle central
que camina a través
del puente Marambio
silbando al son
del viento raco
que azota
las aguas grises
del extenso río Maipo.
DESDE EL SEGUNDO PISO
el sonido de la sierra eléctrica cortando fierro
la voz metálica del megáfono ofreciendo comprar
lavadoras, heladeras, motores
el viento agitando los árboles en la calle
suaves nubes blancas en el cielo azul se deshacen
crecen flores amarillas del árbol
un benteveo sobre los cables negros
la voz grave del hombre que vende paños de cocinas
el agua subiendo por la tubería hacia los tanques
el vecino canoso afuera de su casa barriendo
las sábanas blancas tendidas están secas
un avión pasa por el cielo
una moto roja acelera tocando la bocina
un perro negro con manchas canela huele la basura
alguien dice “chau, gracias, nos vemos”
el ruido de un portón oxidado abriéndose y arrastrando tierra
“sé multiplicar” dice alegre la niña a su madre
tres pájaros danzando en el aire se pierden detrás de una casa
el ruido de un auto antiguo que sube la marcha
una camioneta verde lleva cajones con tomates, naranjas, lechugas
un hombre pasa comiendo una banana y tira la cáscara al suelo
alguien silba, me distrae, me ofrece bolsas de basura
le digo que no, algo para aportar, me pregunta
hojas secas verdes y amarillas se acumulan en la vereda
“hola negro”, “¿cómo estás hermano?”
“bien”, dice el otro, un gran silencio después
una mujer gorda en bicicleta pedalea con fuerza
lleva la rueda de adelante desinflada
un anciano arrastra un carro con frascos de vidrio que hacen clin, clin, clin
el sonido vibrante de un bus pasando me distrae
“lleva papa, cebolla, zapallito, fideos” enumera una madre a su hijo
otra vez el sonido de la sierra eléctrica cortando fierro
al frente comienzan a soldar una reja entre dos
un hombre robusto en moto scooter negra pasa silbando
dos abejas se posan sobre las flores amarillas
el soldador golpea fierro contra fierro
un whatsapp de mi madre me distrae
un hombre pasa hablando solo
“yo le dije”, dice, “¡la puta madre!”
una anciana no sabe con qué pie bajar la vereda
“voy a la verdulería Ana”, “¡qué cara está la fruta!”
el sonido de la sierra eléctrica cortando el fierro.
ENCIERRO
Este encierro me duele madre
muerde como rata padre
la piel me delata madre
el odio y la rabia padre
la droga no me calma madre
la envidia que ojea padre
con la muerte no me alcanza madre
los sueños se me perdieron padre
sácame este silencio madre
esta pieza es una tumba padre
hace rato que no estoy madre
el mundo y sus palabras padre
el Rin de la Violeta madre
los Monólogos de Lihn padre
el Aullido de Ginsberg madre
la Madriguera de Kakfa padre
la rebeldía de Rimbaud madre
la sagacidad en Baudelaire padre
la jaula de Pizarnik madre
la naturaleza en L. Ortiz padre
la añoranza de Mistral madre
la sensualidad de Juan de Yepes padre
un ungüento al espíritu madre
los poetas sin nombre padre
los que se perdieron leyendo madre
la gente pasa hambre padre
los que no saben dónde ir madre
escribir no ayuda padre
un poco de cementerio madre
la fatalidad del poema padre
la realidad hasta los huesos madre.
DESPUÉS DE LA ESCUELA
Los viernes salíamos de la escuela al mediodía
y con Oñate nos íbamos hasta la plaza de Armas
hablando de Dragon Ball Z, de Slam Dunk
sólo para llamar de un teléfono público
en cobro revertido al popular y miserable
prostíbulo del pueblo: American bar
Oñate marcaba alborozo
con luz primaveral limando su cara
yo hablaba
ponía voz ronca, pedía tarifas
pedía un cuerpo extasiado de caderas prominentes
pero simular experiencia dura poco
y ellas nos descubrían, nos injuriaban
y nosotros corríamos con el jolgorio en las bocas
cruzábamos hasta la catedral, y con un palo de helados
recogido de la vereda
le sacábamos monedas
de una rendija
a la virgen maría
la del gesto marmóreo
y mirada craquelada
detrás de un ventanal
la adornada en ramilletes
de rojas rosas plásticas
en blancas macetas
yo le sacaba los ojos de encima a la beata
y vigilaba con vergüenza y risa cruel
nuestra infantil perversidad.
UNA VIEJA EN LA VENTANA
Una vieja ceba mates para sí misma
gesticula rabia
detrás de la ventana
no le interesan
los nubarrones grises que oscurecen el cielo
ni el vecino que barre
su vereda y la saluda amistoso
ni la gente que baja y sube del trole
ni la mujer loca que grita viva Perón
desparramando basura en
cada esquina buscando
restos de comida
ni le intereso yo
que paso raudo y saco una foto
con el celu
al gesto de ese monólogo demencial
detrás de ese vidrio
que se empaña
de vapor de pava
y el vaho del habla
en la soledad modesta
de una pieza geriátrica.
NOVIEMBRE APARECIÓ CON SU SOL
Noviembre apareció con su sol
en la ventana
un violeta que raya
al despuntar el alba
el ventilador restriega
humedad en el cuerpo,
pero no las preocupaciones:
ya no me queda plata
sigo durmiendo poco
como escribiendo, me digo
prendo una tuca apacigua asperezas
bajo el volumen de “Soiree”
de Bill Evans ella aún
duerme torsionada sobre sábanas blancas
una luz natural, suave, de pronto vuelve dorado
su vello púbico, caótico rubio pelo en cara
ave manceba
recién venida de Mar del Plata
es la tercera vez que nos vemos
anoche nos unió un ensayo, el faso, la cerveza
el pensarnos sobre un escenario, un evento
de poesía, de fotografía, algo
que nos hunda en un terreno confuso
a ella le encanta como
recito las palabras
ese balbuceo que escapa de mi boca
a mí me seduce (su intensidad), la levedad
de su danza, como dibuja emociones
negra gaviota
a ras del atlántico mar
hasta orillas
donde rompe
la oleada y hace espuma
danza verde hoja
que se desata
cae
y traza líneas
en el espacio
por los golpes del viento
me encanta como estamos cogiendo, dice
moviéndose y dejando al descubierto sus senos
yo sólo sonrío, pero pienso igual
siempre tiene que haber algo
una frase
una imagen
una droga
un sexo
algo que nos exalte
calme o turbe
en soledades que tabican
en desvelos que saturan.
11 DE SEPTIEMBRE
A mi tío Luis Alberto
lo desaparecieron los milicos
nunca se vio su cuerpo
ni sus heridas
ni sus marcas imborrables
nadie se acuerda
cómo andaba vestido
antes de su exterminio
la familia lo calla
sus hijos lo callan
su esposa lo calla
en una foto que queda
apenas se puede distinguir su cara
sólo sabemos que está
en el cementerio general
en una fosa llena de huesos.
PAUSADO
Afuera la gente anda nerviosa
subió el dólar, no hay laburo
la plata se desmorona todas las mañanas
trocean al mundo en la carnicería
lo desmitifican en la verdulería
lo enjuician en las panaderías
el estómago se achica
a la fuerza, dicen
a donde se mire
la respiración llaga.
CUANDO ESCRIBIR NO NACE
Son tantos los esfuerzos
por abrirme a las palabras
que atontado como Pigmalión
vuelvo sobre los poemas
que dije que iba a corregir
pero ni eso puedo
revuelvo libros sobre el escritorio
releo libros sobre la cama
escribir que no escribo
pero no,
desvarío
los poemas son
el registro
de la poesía
que se me escapa.
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Sergio Miranda (Melipilla, Chile, 1988). Es parte del equipo de “El Mal Menor”, donde publica la columna “Trasandino”. En Córdoba, Argentina, su lugar de residencia, se desempeña como gestor literario y tallerista. Los poemas seleccionados pertenecen a su libro “A la vuelta de la esquina”, que será editado próximamente por la editorial cordobesa Material Explosivo, constituyéndose en su primera publicación.




