Testigo ocular | Agustín Zumaeta Basualto
Nacido 1920 en Gultro, Rancagua, Agustín Zumaeta Basualto -el último de “Los Inútiles”- desarrolla su poesía siguiendo una línea seminarista, religiosa, creando versos emplazados en un ambiente provinciano, cotidiano, nostálgico, que no dejan de lado la reflexión sobre la escritura ni el aspecto político, mostrando un alto sentido de la injusticia. Publicó en vida un único libro, “No se ha extinguido el sol” (1991), conservando su familia, además, cientos de poemas inéditos, algunos de los cuales se incluyen en la presente selección. Agustín Zumaeta falleció en 2010, viviendo en la comuna de San Bernardo. A ROBERTO PARADA Una vez más caemos a la muerte sin término; pero este hombre tan alto, tan potente, tan duro, que parecía hecho de sustancias de roble, cayó hace muchos días bajo el filo salvaje del hachazo cobarde que le taló a su hijo. Ahora ya las cosas son sin remedio. Se condena a los reos comunistas para siempre al infierno. ¡Y el cielo está de par en par abierto para sus asesinos! No es justo, es imposible, no lo acepto. No puede ser. No es bueno que los hombres de abrazo libre y corazón fraterno sean proscritos de la tierra madre por concebir el aire y la estatura sin ajustarse al último decreto del que reparte el pan discriminado. Ahora estoy llorando hasta la sombra volviéndome a los puntos cardinales preguntando a los cielos y a la tierra la razón de esta sinrazón horrenda de que esta voz que embalsamaba el aire con su recia ternura haya tenido que salir a buscar lejos de Chile la almohada de su muerte. LA FUGA Mis hermanos duermen. Son la pena dentro de la cárcel. Mis hermanos duermen. Su conciencia cesa de enrostrar delitos. Mis hermanos duermen. Los legisladores establecen leyes. Mis hermanos duermen. Sólo un centinela atrapado en su torre. Mis hermanos duermen. En sueños se evaden saltando los muros. Mis hermanos duermen. No queda uno solo en la cárcel. ORDEN Habría que haber puesto orden a tiempo, haber trazado las líneas divisorias, las enérgicas alambradas de púa. Me decían que era posible que me arrepintiera de que la casa echara sombra, de que el árbol produjera sus hojas anualmente, que era posible que me arrepintiera de tener cinco dedos en la mano. Y yo me arrepentía del crepúsculo; pero el crepúsculo era. Y yo me arrepentía de la casa; pero la casa era y de la mano y de sus cinco dedos, y de la rueda y de la superficie inclinada en pendiente ¡todo era! Y sigo arrepintiéndome del mar y las montañas, de los árboles, y del ladrido concertado y múltiple de los perros heridos por la luna que ahí están ¡y me muerden! EXTRAÑO Me desconocen los que fueron míos. Soy uno que pasó. Ni aún mi nombre ha quedado en su voz. De su memoria ha quedado barrido para siempre, más extraño que nunca, me mantengo a distancia del viento y la marea; y mientras los que bullen a mi lado corren, gritan, aúllan, gesticulan, trepan por escaleras, se encaraman para alcanzar el vuelo de las nubes yo me mantengo hermético, callado, ausente, esquivo, extraño como nunca, mientras la soledad irreductible clava en mi libertad su aguda lanza. ARISTAS De repente me dicen los que saben que yo no sé, que yo no entiendo, que ando perpetuamente equivocado, que niego que haya rosas de cemento en el bolsillo, que arden con la dureza firme de sus pétalos, que abren su dura maravilla bajo un árbol, junto a una casucha de madera, tanto por la mañana como ahora en el atardecer de las arterias. Tengo que confesar, hermanos míos, no haberlas visto nunca, ni haber tenido ante mis ojos una de estas rosas tan útiles, tan duras, tan necesarias para la paz del alma y sus confines, tan imperiosas para el horizonte que nos aguarda en una enredadera que desistió de su costumbre de anudarse a un balcón, a una ventana que ya debiera estar definitivamente cerrada. Yo no la he visto; pero existe y siento que me es estrictamente necesaria ARTE POÉTICA Me he pasado la vida lleno de miedo por la luz imperfecta. No, esto no anda y menos se remonta. Los que han presenciado mis intentos de marcha, me alientan a que siga. Y algunos, unos pocos me han visto haciendo esfuerzos con las alas, me dicen que eso es vuelo que, hendiendo las nubes, alcanza las estrellas. Pero yo no les creo. Me quedo en esta duda: me propongo ensayar otra vez y, a mi juicio, o a mi mal juicio, que eso es punto dudoso, no resulta el intento. La palabra no prende. La lámpara no inunda de resplandor el sueño. El cielo permanece infranqueable para mi corta brisa. En el silencio, es cierto, la palabra exacta, la palabra está llena de resplandores mágicos; algo como un ritmo inédito que me mece entre sus brazos, los querubines surcan los cielos infranqueables; el alba está más pura que el rocío recién editado. Pero ocurre solo en el silencio. Cuando hablo, caigo a la tierra. ÓRDENES Una palabra y otra palabra me dicen: «Cántame» y yo las canto; una palabra y otra palabra me dicen: «Lárgame» y yo las largo; una palabra y otra palabra me dicen: «Túmbame» y yo las tumbo; una palabra y otra palabra me dicen: «Rézame» y yo las rezo; una palabra y otra palabra me dicen: «Cántaro» y yo las quiebro; una palabra y otra palabra… Cruzan las sílabas por mis ojos; cruzan las sílabas por mis manos; cruzan las sílabas por mis dientes; cruzan las sílabas las palabras. Y así me pasó días de días en este juego sin reticencia, en ese juego sin consistencia, en este juego sin más violencia,





