«Cada día está más difícil hacer fotos en la calle sin levantar la suspicacia, bastante paranoica, de quienes no entienden que ser un documentalista de la imagen no es ser un sapo ni un voyerista, sino un oficio que consiste en retratar y paralizar el tiempo para la posteridad.»
Han pasado más de diez años de mi primera visita a Antofagasta. En ese entonces lo hice por trabajo, pretendí hacerme faenero en alguna mina donde pudiera ganar millones al mes, eso decía el mito, pero no fue así y tuve que conformarme con trabajar en la construcción de una iglesia, soldando cerchas en altura como armador y concretero o como conductor de carretilla, durmiendo en una carpa a orillas del mar por largos seis meses, en un campamento de vagabundos, porque arrendar era caro y en realidad no valía la pena: la consigna era ahorrar lo más que pudiera.
Estando allí quise conocer más de los pueblos de la región. Fue así que una semana santa viajé a San Pedro de Atacama haciendo escala en Calama, lugar que había oído nombrar por el equipo de fútbol Cobreloa. Al llegar me recibió la estampa del humedal y el río Loa, santuario natural que vi desde la altura del bus. Lo recuerdo muy bello, pero con poco desarrollo turístico. Al llegar a la ciudad me sucedió algo extraño: creí que sería un pueblo interesante, pero me sorprendió ver sus calles pálidas y suburbiales por las que circulaba mucha gente angustiada, incluso personas de la tercera edad presas de su adicción a la pasta base. Esta realidad me hizo desistir de hacer tomas fotográficas, pensando en el peligro que corría al ser un mochilero solitario en aquel lugar. Seguí luego mi viaje a San Pedro de Atacama, al que me referiré en otra ocasión.
Los años fueron pasando y en muchas ocasiones me sentí un poco culpable de no haberme dado la oportunidad de conocer más a fondo aquella ciudad, así que hace unos meses, cuando tuve nuevamente la posibilidad de volver, me preparé para hacer un recorrido fotográfico. Mi intuición, reforzada por lo que había visto en la prensa, me decía que las cosas allí seguían iguales o peores que en mi visita anterior, pero la tozudez que me caracteriza me hizo despreciar el peligro. Seguí adelante porque qué sería de un fotógrafo gráfico si tuviera miedo de enfrentar un lugar peligroso, qué sería de los gráficos de guerra si tuvieran miedo a la guerra. Tales palabras, que rondan mi cabeza cada vez que siento miedo al acto de salir a la calle con mi rectángulo rodante en condiciones extremas, me alentaron a seguir adelante y apenas llegué subí a los cerros de "Camala" -como bauticé en aquella oportunidad a esa ciudad- no dándome cuenta de que era seguido por una banda de asaltantes.
En una calle alejada del centro me rodearon y apuntaron con una pistola, mientras yo les decía que estaba ahí para mostrar su realidad, que yo también era del pueblo, argumentos a los que los maleantes hicieron oídos sordos, puesto que rápidamente abrieron la mochila dónde cargaba mi cámara digital, sustrayéndola y pateando mi espalda, advirtiéndome que ese sitio no era para mí y que si volvía sería baleado. Me alejé caminando rápido, pero sin miedo, lleno de adrenalina, en dirección al centro. Una vez allí me metí a un supermercado y compré algunas cervezas, dirigiéndome luego a la plaza de armas de Camala, lugar donde hice el luto por la pérdida de mi preciada cámara. Pensé en las personas que pierden sus vehículos o incluso la vida en los portonazos o en asaltos, hallando así un poco de paz ante tan cruda experiencia. Sentí rabia, pero también alivio, porque unos meses antes también sufrí un intento de asalto del cual libré. Me replanteé, además, seriamente mi camino fotográfico, dado que cada día está más difícil hacer fotos en la calle sin levantar la suspicacia, bastante paranoica, de quienes no entienden que ser un documentalista de la imagen no es ser un sapo ni un voyerista, sino un oficio que consiste en retratar y paralizar el tiempo para la posteridad. Seguí luego, eso sí, tomando fotos con mi teléfono, casi sin darme cuenta, incapaz de paralizar la pasión que mueve mi cámara rodante.


















