Fichero | Los Pichiciegos

«En Latinoamérica, específicamente a inicios de la década de los 80, tuvimos nuestra propia dosis de guerra. Se trató del conflicto de las Malvinas, enfrentamiento creado por la dictadura militar argentina -encabezada por Leopoldo Fortunato Galtieri- para recuperar las islas que los ingleses denominan Falklands y que ocupan desde 1833. Fue también una forma de validarse ante los habitantes del país de Borges y Arlt y mantenerse en el poder por parte de la Junta de Gobierno. Una forma delirante, poco realista, que terminó con una rápida derrota trasandina y cerca de mil soldados muertos, siendo la mayoría argentinos.»

La guerra -todos lo sabemos, no es novedad- ha sido una constante en la historia del autodenominado “homo sapiens”. Ni la religión, ni la política, ni la ciencia, ni ninguna otra actividad han logrado (no sé si lo han querido verdaderamente) erradicar este proceso de matanza mutua que, de cuando en cuando, y siempre más temprano que tarde, estalla en algún lugar del mundo, confirmándonos, una vez más, que la pretensión de racionalidad del ser humano aplica solo a la técnica, a la metodología. Hoy es el turno de Ucrania, allí se practica por estos días la crueldad y el aniquilamiento. ¿Mañana? No se sabe, pero de que vendrá, vendrá. En Latinoamérica, específicamente a inicios de la década de los 80, tuvimos nuestra propia dosis de guerra. Se trató del conflicto de las Malvinas, enfrentamiento creado por la dictadura militar argentina -encabezada por Leopoldo Fortunato Galtieri- para recuperar las islas que los ingleses denominan Falklands y que ocupan desde 1833. Fue también una forma de validarse ante los habitantes del país de Borges y Arlt y mantenerse en el poder por parte de la Junta de Gobierno. Una forma delirante, poco realista, que terminó con una rápida derrota trasandina y cerca de mil soldados muertos, siendo la mayoría argentinos.

Un acercamiento a este conflicto es el que propone el narrador argentino Rodolfo Fogwill (fallecido en 2010) en su primera novela “Los Pichiciegos” (1983), aunque desde una arista diferente a las novelas bélicas tradicionales, pues en vez de enfocarse en las hazañas o en las derrotas de alguno de los bandos en disputa, fija su atención en un grupo de desertores del ejército argentino que, en vez de dedicarse a combatir a los ingleses y poner con ello su vida en riesgo, se dedican a la siempre compleja tarea de sobrevivir. Construyen para ello un refugio subterráneo al que llaman la “Pichicera”. Allí, estos hombres que se identifican con los “pichis”, que son una especie de bichos que viven bajo tierra, establecen normas de convivencia mientras trafican cigarrillos, pilas, abarrotes, llegando incluso a negociar con los británicos. Su situación de desertores, por cierto, no los libera de la guerra, no están totalmente encapsulados, puesto que de todas formas son protagonistas del conflicto bélico, presenciando y experimentando las atrocidades muchas veces inimaginables que se dan en este contexto. Por ejemplo, el hecho de que los ingleses ataran a los soldados argentinos capturados a barcazas que ponían a navegar rumbo al Polo Sur, con el objetivo de que estos muriesen congelados.   

Más allá de los hechos puntuales, la pregunta que subyace a la trama de “Los Pichiciegos” es si vale o no la pena morir por la patria, más aún si esta se encuentra en manos de un grupo de generales golpistas, megalómanos e inescrupulosos. Para el grupo de desertores, la mayoría de origen humilde, “negros”, como los llama el narrador, ciertamente, la respuesta es negativa. Asumen así el riesgo totalmente cierto de ser fusilados por traición a la patria, decisión que conlleva también un heroísmo -no todo es caer de forma gloriosa luchando contra el enemigo- pues saben que los uniformados argentinos no tuvieron problemas para asesinar a miles de sus propios compatriotas durante la llamada “guerra sucia” y que tampoco los tendrán para disparar contra quienes abandonen el teatro de operaciones, como en jerga militar se denomina -eufemísticamente- al lugar donde ocurren las acciones bélicas.

Escrita con un lenguaje directo y coloquial, donde asoman observaciones y diálogos agudos e inteligentes, “Los Pichiciegos” es ya un clásico de la literatura argentina, categoría que ha alcanzado no solo por sus características formales o por estar conectada a un hecho histórico relevante para la nación trasandina, sino por mostrarnos la opción de un grupo de uniformados que cuestionando dicotomías como “valiente-cobarde”, “patriota-traidor”, “argentino-inglés”, como indica Martín Kohan, decide sobrevivir al conflicto, dar la propia batalla, en vez de ser un grupo de boludos dispuestos a dar la vida por la elite de un país que históricamente los ha marginado.

 

 

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