LA CAPITAL
Por acá nadie entra a tu casa sin ser invitado muchacho
y no me gusta esta casa porque no es mía.
He dejado el río pajarita lavandera
escuchen mi silencio torres calles he callado
de silbo me hice muda bien mudita por Huérfanos,
muda tan muda caudal en verano se ha silenciado
la lavandera de tanto extrañar el río.
Por acá nadie entra a tu casa sin ser invitado muchacho y
por el río paseaban libres las ánimas de los hombres,
no me gusta esta casa porque no es mía,
pero yo te he invitado por esos ojos del color
han conversado conmigo sabiéndose desconocidos
y yo he tenido miedo tan alto te he mirado.
Las mujeres como mi madre tienen miedo
de mirar a los hombres elegantes de ojos vidriosos
yo no, porque tienen la misma mugre que lavé tantas veces en la artesa.
Me has dicho que llegué triste y pequeña a esta casa
yo a estas alturas no sé…
¡Nadie entra a tu casa sin ser invitado! ¡y esta no es mi casa!
Pero yo te he dejado entrar abriendo los brazos
para agrietar el aliento de mis ojos
que gustan mirar los tuyos,
yo no he sido invitada a esta casa porque nos es mía
y no me importa yo te quiero tocar tu gesto
abrazar adentrarte a esta casa que soy yo
que yo te tengo y también es nada.
INVIERNO
Es invierno y voy rumbo a derrumbarme a la capital
a vivir de amor y mesa servida dijo la criada que abrió la puerta.
¿Qué hace una lavandera con un señorito? ¿Qué hace la capital con la champurria?
Es invierno y acá la lavaza se hace más perversa,
el barro se pega a los faldones de las señoras opulentas
y fregar mantas de Castilla es fregarse los dedos.
Nadie se apiada de las señoritas pobres, menos de las lavanderas.
He visto parir a las muchachas del pueblo y morir como vinieron,
con los ojos velados, miserable tela que les lanza la muerte.
¡Qué pobre!¡qué miseria es ser mujer por estos tiempos!
¡Qué miseria es ser mujer en todos los tiempos!
Y yo que creo poco en Dios, llevo mi caldero hirviendo
por el diablo y por ser india, lavandera y champurria
la muy insolente pensarán algunos.
Me da igual hay señoras locas en Cristo
prefiero ser pobre, un río y del peumo
¡oh su olor hervido! Así huele ser libre
a peumo de invierno y achira de verano.
Peumo perenne como el corazón de las otras
que partieron al gemido eterno de los pobres.
He lavado sábanas paridas de damas y de las ancianas las camas de orín
la sangre y el orín son miserables y pobres,
todos somos iguales, aunque más iguales que otras, no sé…
pienso en este peumo y en el invierno y en las achiras que se llevó mi verano.
Voy rumbo a derrumbarme a la capital
a vivir de amor y mesa servida como dijo la criada que abrió la puerta.
¿Qué hace una lavanderacon un señorito? ¿Qué hace la capital con la champurria?
Las señoras madres del señorito no pueden creer qué locura
¡qué esquizofrenia! traer pobreza a esta casa
traer lavaza y humo a la salita de estar
olor a fuego de peumo a invierno sin flor
“¿cómo traen amor a esta casa?”, “¡amor que no conocemos!”
¿cómo se ama a una lavandera? ¿cómo se ama al río?
Voy rumbo a derrumbarme a la capital
a vivir de amor y mesa servida como dijo la criada que abrió la puerta.
¿Qué hace una lavanderacon un señorito? ¿Qué hace la capital con la champurria?
LAS COSTURERAS
Las costureras cosieron un vestido
de saco para la mujer sola
¡ha llegado al pueblo!
¡ha volvido enmarañada
y cochina inmunda!
¡y loca sí loca véanla!
las costureras siguieron su labor
de remendar el corazón despellejado
la vistieron con sacos
de trigos muertos de avenas secas
no hay lavanda que perfume
este vestido majestuoso.
Las costureras lanzaron a la
mujer a la calle
y la abrazaron los perros vagos
los vagos de las esquinas
y la mujer pensó
¿qué vestido llevp conmigo?
¿qué pena tengo conmigo?
la verguenza de ser sola…
que verguenza este vestido
que de pena estoy vestida.
Mírenme todos es estar vestida de angustia
es estar vestida de miseria.
LA LAVANDERA MALDICE AL CIELO
Hay que hervir la ropa para
matar lo malo, debí hervir el amor cuando pude.
Porque no hay justicia para las lavanderas azulinas
para las niñas del pueblo, para las siervas de Dios.
No hay justicia en la pérdida
no hay remedio que desmanche esta ira
ni lejía que limpie toda tu mugre.
Hay que hervir a Dios con toda su lepra
matar lo malo, hervir al cielo con sus santos,
porque no hay justicia para las niñas de meses
para los niños de pecho, ni menos para los creyentes
no justicia en la pérdida
no hay remedio que desmanche mi verguenza
ni lejía que borre tu escritura.
LAS SEÑORITAS
He llegado a mi aldea arrumbada como yo
está la casa del médico, lindas hijas tenía, es invierno
un bombazo dejó muebles y trajes ardidos
han tirado a las mujeres a la calle.
¿Qué hace una señorita?
¿qué hacen las señoritas con la escarche entre sus piernas?
Pobre doctor
ha sido fusilado frente a sus hijas
arrumbado el cuerpo ardido la casa
ni hablar de los vecinos a la calle los traidores
¡Gloria, vítores al dictador! qué castigo.
He visto a las jóvenes llegar al río
triste como lavan su mugre y
enjuagan el barro de sus faldones
pobres niñas qué mujeres más solas
qué blusas más percudidas,
la gente odia a los pobres porque llevamos
el olor del humo en el alma
qué tristeza más fea tienen las señoritas, es invierno
y no hay achiras
las piedras las miran curiosas
qué pies más sanos qué manitos tan tersas
y el río no perdona estas delicadezas,
mis dedos descoyuntados
deformes como los de mi madre
están hechos para estas desgracias
¡pobres niñas! dan ganas de lavar sus lanas y
no hay quila, los hualles con sus hongos vendrán
pronto para alimentar nuevamente a los pobres
y ¿qué comerán ellas y nosotros?
Como azulan sus vestidos qué lavaza
sin espuma es esa,
bellos vestidos lavé dellas, buen médico
era aquel señor. Atendió a misiá Yola vecina de mi rancha con una
gallina le pagó, pero ese es otro poema pobre Yola está loca…
Qué desgracia de venas y huesos cayó
en la casa de las señoritas. Largos cabellos arrastran por el caudal
nadie ríe, podría ser primavera, la viuda sola las mira
qué destino a las señoritas qué lástima la viuda sola.
EL HOMBRE PÁJARO II
Sale a volar, no hay nido ni hija,
no hay semilla ni mujer
que comprometa a esta ave,
hay pájaros malditos y hay mujeres solas
hay mujeres que lavan y otras que engañan
hay abuelas y abuelas, ya no hay padre solo una madre que se arrulla sola.
Este hombre pájaro tiene nido, pero sale a la calle
a volar con las avecitas, a bañarse en los surtidores.
¿Qué hace un pájaro ciego en mitad de la noche?
palpa la mugre trocándose en hombre
revuelve la mierda de la calle en los cartones,
canta en los bares con los señoritos que se quejan
de la esquizofrenia, de la poesía, de los pío pío y
se lamentan de sus cobardías, de sus obras
de sus mujeres, de sus hombres, aquí no hay mención
para los hijos.
¿Qué son los hijos, qué es eso?
Ay, este hombre pájaro se queja de Dios en la iglesia
de su madre de los padres muertos
de los forúnculos de la poesía…
¡pura queja qué falta de amor!
¡pura queja qué falta de valor!
Sale a volar no hay nido
ni hija, no hay semilla ni mujer
que comprometa esta ave,
hay pájaros malditos y hay mujeres muy solas.
Alguien arránquele las plumas y las alas
para que la queja sea verdadera, viva la miseria bruta
que vivimos las pobres de las artesas, las viudas de la villa.
Alguien arránquele el pico, la cabeza y la cola
y prepare un caldo con ese cuerpo amargo
que las hormigas se lo lleven y lo entierren,
qué asco tendrán los gusanos al comerse
al pájaro de la malandanza
no se prenda ni un farol por este en la calle
se acaben las velas ni lágrimas ni escupos
merecen este tipo de avecillas.
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Yeni Díaz Wentén (Los Ángeles, 1983). Ha publicado los poemarios: Exhumaciones (1010), Animitas (2015), La hija de la lavandera (2018) y Quejido, canto y arrullo (2023). Los poemas incluidos en la presente selección fueron tomados de su libro La hija de la lavandera, publicado por Garceta Ediciones.




