Poesía chilena actual | «La hija de la lavandera», seis poemas de Yeny Díaz Wentén

LA CAPITAL

 

Por acá nadie entra a tu casa sin ser invitado muchacho

y no me gusta esta casa porque no es mía.

He dejado el río pajarita lavandera

escuchen mi silencio torres calles he callado

de silbo me hice muda bien mudita por Huérfanos,

muda tan muda caudal en verano se ha silenciado

la lavandera de tanto extrañar el río.

Por acá nadie entra a tu casa sin ser invitado muchacho y

por el río paseaban libres las ánimas de los hombres,

no me gusta esta casa porque no es mía,

pero yo te he invitado por esos ojos del color

han conversado conmigo sabiéndose desconocidos

y yo he tenido miedo tan alto te he mirado.

Las mujeres como mi madre tienen miedo

de mirar a los hombres elegantes de ojos vidriosos

yo no, porque tienen la misma mugre que lavé tantas veces en la artesa.

Me has dicho que llegué triste y pequeña a esta casa

yo a estas alturas no sé…

¡Nadie entra a tu casa sin ser invitado! ¡y esta no es mi casa!

Pero yo te he dejado entrar abriendo los brazos 

para agrietar el aliento de mis ojos

que gustan mirar los tuyos,

yo no he sido invitada a esta casa porque nos es mía

y no me importa yo te quiero tocar tu gesto

abrazar adentrarte a esta casa que soy yo

que yo te tengo y también es nada.

 

 

INVIERNO

 

Es invierno y voy rumbo a derrumbarme a la capital

a vivir de amor y mesa servida dijo la criada que abrió la puerta.

¿Qué hace una lavandera con un señorito? ¿Qué hace la capital con la champurria?

 

Es invierno y acá la lavaza se hace más perversa,

el barro se pega a los faldones de las señoras opulentas

y fregar mantas de Castilla es fregarse los dedos.

Nadie se apiada de las señoritas pobres, menos de las lavanderas.

He visto parir a las muchachas del pueblo y morir como vinieron,

con los ojos velados, miserable tela que les lanza la muerte.

¡Qué pobre!¡qué miseria es ser mujer por estos tiempos!

¡Qué miseria es ser mujer en todos los tiempos!

Y yo que creo poco en Dios, llevo mi caldero hirviendo

por el diablo y por ser india, lavandera y champurria

la muy insolente pensarán algunos.

Me da igual hay señoras locas en Cristo

prefiero ser pobre, un río y del peumo

¡oh su olor hervido! Así huele ser libre

a peumo de invierno y achira de verano.

Peumo perenne como el corazón de las otras

que partieron al gemido eterno de los pobres.

 

He lavado sábanas paridas de damas y de las ancianas las camas de orín

la sangre y el orín son miserables y pobres,

todos somos iguales, aunque más iguales que otras, no sé…

pienso en este peumo y en el invierno y en las achiras que se llevó mi verano.

 

Voy rumbo a derrumbarme a la capital

a vivir de amor y mesa servida como dijo la criada que abrió la puerta.

¿Qué hace una lavanderacon un señorito? ¿Qué hace la capital con la champurria?

 

Las señoras madres del señorito no pueden creer qué locura

¡qué esquizofrenia! traer pobreza a esta casa

traer lavaza y humo a la salita de estar

olor a fuego de peumo a invierno sin flor

“¿cómo traen amor a esta casa?”, “¡amor que no conocemos!”

¿cómo se ama a una lavandera? ¿cómo se ama al río?

 

Voy rumbo a derrumbarme a la capital

a vivir de amor y mesa servida como dijo la criada que abrió la puerta.

¿Qué hace una lavanderacon un señorito? ¿Qué hace la capital con la champurria?

 

 

LAS COSTURERAS

 

Las costureras cosieron un vestido

de saco para la mujer sola

¡ha llegado al pueblo!

¡ha volvido enmarañada

y cochina inmunda!

¡y loca sí loca véanla!

las costureras siguieron su labor

de remendar el corazón despellejado

la vistieron con sacos

de trigos muertos de avenas secas

no hay lavanda que perfume

este vestido majestuoso.

Las costureras lanzaron a la 

mujer a la calle

y la abrazaron los perros vagos

los vagos de las esquinas

y la mujer pensó

¿qué vestido llevp conmigo?

¿qué pena tengo conmigo?

la verguenza de ser sola…

que verguenza este vestido

que de pena estoy vestida.

Mírenme todos es estar vestida de angustia

es estar vestida de miseria.

 

LA LAVANDERA MALDICE AL CIELO

 

Hay que hervir la ropa para

matar lo malo, debí hervir el amor cuando pude.

Porque no hay justicia para las lavanderas azulinas

para las niñas del pueblo, para las siervas de Dios.

No hay justicia en la pérdida

no hay remedio que desmanche esta ira

ni lejía que limpie toda tu mugre.

Hay que hervir a Dios con toda su lepra

matar lo malo, hervir al cielo con sus santos,

porque no hay justicia para las niñas de meses

para los niños de pecho, ni menos para los creyentes

no justicia en la pérdida

no hay remedio que desmanche mi verguenza

ni lejía que borre tu escritura.

 

 

LAS SEÑORITAS

 

He llegado a mi aldea arrumbada como yo

está la casa del médico, lindas hijas tenía, es invierno

un bombazo dejó muebles y trajes ardidos

han tirado a las mujeres a la calle.

¿Qué hace una señorita?

¿qué hacen las señoritas con la escarche entre sus piernas?

Pobre doctor

ha sido fusilado frente a sus hijas

arrumbado el cuerpo ardido la casa

ni hablar de los vecinos a la calle los traidores

¡Gloria, vítores al dictador! qué castigo.

 

He visto a las jóvenes llegar al río

triste como lavan su mugre y

enjuagan el barro de sus faldones

pobres niñas qué mujeres más solas

qué blusas más percudidas,

la gente odia a los pobres porque llevamos

el olor del humo en el alma

qué tristeza más fea tienen las señoritas, es invierno

y no hay achiras

las piedras las miran curiosas

qué pies más sanos qué manitos tan tersas

y el río no perdona estas delicadezas,

mis dedos descoyuntados

deformes como los de mi madre

están hechos para estas desgracias

¡pobres niñas! dan ganas de lavar sus lanas y

no hay quila, los hualles con sus hongos vendrán

pronto para alimentar nuevamente a los pobres

y ¿qué comerán ellas y nosotros?

Como azulan sus vestidos qué lavaza

sin espuma es esa,

bellos vestidos lavé dellas, buen médico

era aquel señor. Atendió a misiá Yola vecina de mi rancha con una

gallina le pagó, pero ese es otro poema pobre Yola está loca…

 

Qué desgracia de venas y huesos cayó

en la casa de las señoritas. Largos cabellos arrastran por el caudal

nadie ríe, podría ser primavera, la viuda sola las mira

qué destino a las señoritas qué lástima la viuda sola.

 

EL HOMBRE PÁJARO II

 

Sale a volar, no hay nido ni hija,

no hay semilla ni mujer

que comprometa a esta ave,

hay pájaros malditos y hay mujeres solas

hay mujeres que lavan y otras que engañan

hay abuelas y abuelas, ya no hay padre solo una madre que se arrulla sola.

 

Este hombre pájaro tiene nido, pero sale a la calle

a volar con las avecitas, a bañarse en los surtidores.

¿Qué hace un pájaro ciego en mitad de la noche?

palpa la mugre trocándose en hombre

revuelve la mierda de la calle en los cartones,

canta en los bares con los señoritos que se quejan

de la esquizofrenia, de la poesía, de los pío pío y

se lamentan de sus cobardías, de sus obras

de sus mujeres, de sus hombres, aquí no hay mención

para los hijos.

¿Qué son los hijos, qué es eso?

Ay, este hombre pájaro se queja de Dios en la iglesia

de su madre de los padres muertos

de los forúnculos de la poesía…

¡pura queja qué falta de amor!

¡pura queja qué falta de valor!

 

Sale a volar no hay nido

ni hija, no hay semilla ni mujer

que comprometa esta ave,

hay pájaros malditos y hay mujeres muy solas.

 

Alguien arránquele las plumas y las alas

para que la queja sea verdadera, viva la miseria bruta

que vivimos las pobres de las artesas, las viudas de la villa.

Alguien arránquele el pico, la cabeza y la cola

y prepare un caldo con ese cuerpo amargo

que las hormigas se lo lleven y lo entierren,

qué asco tendrán los gusanos al comerse

al pájaro de la malandanza

no se prenda ni un farol por este en la calle

se acaben las velas ni lágrimas ni escupos

merecen este tipo de avecillas.

 

 

 

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Yeni Díaz Wentén (Los Ángeles, 1983). Ha publicado los poemarios: Exhumaciones (1010), Animitas (2015), La hija de la lavandera (2018) y Quejido, canto y arrullo (2023). Los poemas incluidos en la presente selección fueron tomados de su libro La hija de la lavandera, publicado por Garceta Ediciones.

 

 

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