El fuego es sagrado. El fuego es desgracia. El fuego ilumina, tuesta, cuece y entibia. En los pueblos de la Antigüedad, los dioses que lo mantenían vivo eran venerados por el pueblo. De fuego y brasas está hecho el infierno. Hollín, muerte y cenizas, única herencia del fuego. Fuego es el sol que arde en el cielo cerúleo. El fuego es muerte, el fuego es negrura, el fuego es desolación. El fuego enciende las velitas de las tortas cumpleañeras. Fuegos de artificio arden entre las estrellas cada fin de año. Pájaros en el cielo encendían los mongoles a falta de bengalas. Con fuego -ordena el Justiciero- fúndanse las estatuas de los falsos y fabríquense cucharas y tenedores, ollas arroceras, moldes para queques. El fuego es castigo perpetuo. El fuego es angustia, el fuego es venganza, el fuego es protesta. Ante la Moneda -denunciando el asbesto asesino de Pizarreño SA- se inmoló Eduardo Miño. En la Plaza de Armas de Concepción, denunciando los abusos de Pinochet, Guzmán & CIA contra sus hijos, se inmoló Sebastián Acevedo. He venido a prender fuego en el mundo, dicen que dijo Jesús. El fuego chamusca y carboniza, el fuego purifica. Fuego Negro encendió De Rokha a su Winnet muerta. Por quitar el fuego a los dioses y llevarlo a los hombres, Prometeo fue enjuiciado, engrillado, condenado. Eduardo Anguita, poeta y publicista, murió quemado por una estufa anti retórica. El fuego es el fin, el fuego es el comienzo. El amor, se comenta, es una lengua de fuego. De lejos hiela, de cerca quema. Aves rojas y azules hay en su llama, escribe una Mistral ornitológica y colorida. La distancia, como el viento, apaga el fuego pequeño, pero enciende aquellos grandes, cantaba Doménico Modugno. El fuego es hogar y es crematorio. Es tetera hirviendo y ánfora. El fuego es big bang y es apocalipsis. El fuego es Hiroshima, el fuego es Auschwitz. El heroísmo -dice un instructivo para reclutas- es una llama que arde en el corazón de los titanes de la patria. Los héroes queman estudiantes. Los héroes queman obreros. Los héroes queman ciudades y pueblos y villas. Cirios se encienden por los muertos. Animitas arden en las bermas. El catolicismo quemó a nuestros abuelos, el catolicismo quemó a peligrosas mujeres libres y libros. La única iglesia que ilumina es la que arde, indica un rayado callejero. Fuego cae en las viviendas de los usurpadores del Wallmapu. Fuego cae en los bosques de eucaliptus y pinos. Fuego en la maquinaria pesada. El fuego limpia. El fuego mata. Neumáticos en llamas iluminan el camino a la libertad. Con lanzallamas los gringos carbonizaron vietnamitas. Molotovs encendidas caen en las cabezas huecas de los pacos. Generales golpistas quemaron la Moneda. Uniformados incineraron a Rodrigo Rojas. Cinco cuerpos calcinados halláronse tras el incendio de Kayser. Fuego a las vituallas de los inmigrantes prendieron los nacionalistas en Iquique. Fuego a los cochecitos de sus guaguas. Fuego a sus colchonetas y a sus sillitas plegables. Fuego a sus carpas y a sus ropas. Fuego quisieran prender los antifascistas a los nacionalistas que quemaron las pertenencias de los inmigrantes en Iquique. Con el viento el fuego se expande. Los incendios, se sabe, no respetan a nadie. Una vez que todo se prenda vendrá el frío. Una vez que todo arda se apagará el sol. Una vez que todo se calcine no habrá odios, no habrá dioses, no habrá banderas, no habrá lanzallamas ni velitas en tortas cumpleañeras, no habrá héroes ni inmigrantes, no habrá nacionalistas ni antinacionalistas, ni fuegos de artificio ni flamas de pasión ardiendo en la callada paz del hielo eterno.
Signos vitales | Apuntes sobre el fuego

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