«¡Ah, si ustedes hubieran conocido a Lucy, mi peluquera loca! / Una verdadera bruja, un hechizo de placer en la cama, / del baño a la cocina, de pie en el pasillo o bajo el parrón del patio, / en cualquier parte humedecíamos el cielo / (¡regálame tu lechecita, chico maricón!). // Fue un largo idilio, una borrachera intensa. / Hasta el día de hoy me arrepiento de haberla echado / con temor a que me pillara mi madre / haciendo de su antigua casa un lenocinio / con mujeres mayores que ella.»
H.F.M
Héctor Figueroa Muñoz nace en Santiago (1969), específicamente en el barrio Matta, viviendo allí hasta su muerte en 2019. Su poesía, de carácter vitalista y en constante diálogo con la literatura, muestra las andanzas y desandanzas del hablante, en un constante paralelo entre la figura del poeta y del boxeador. Sus textos por lo general son de carácter referencial, situándose en entornos familiares, barriales, laborales, estudiantiles, de amistad, los que observa a través del crudo prisma de la ironía. Contestatario y crítico, su poesía cuestiona no solo su ambiente más cercano, sino que se enfoca en la realidad del Chile de la dictadura y la post dictadura, mostrando la vida de los perdedores del sistema. Publicó, en vida, un solo poemario, aunque bajo dos títulos: “Groggy” (2003) e “Intemperancia” (2007).
“Groggy”
Selección de poemas
Aunque la poesía no hace que sucedan cosas, dedico este libro
a Nelson Figueroa Muñoz, muerto de sida a los 26;
por tu homosexual hombría para enfrentar la catástrofe,
porque te marchaste del país hipócrita y catolicón
y ya nunca más te volveremos a ver.
CASA NATAL
Mira nuestra juventud,
qué alegría más triste y falsa.
Jorge González
Tarde o temprano, majareta o no
pero en retrovisor, hablarás de lo mismo:
de aquella casa grande del musaraña dueño de casa
(adolescente tardío con veintitantos),
donde fuera de consternación
primavera más invierno,
entre la basura de los rincones y el demonio
o solitario entre la multitud
como un ditirambo al presente, iba desplegándose la fiesta,
el carrete bello de la estupidez
con actores torpes y desquiciados, refractarios a un futuro
que los pillaría –solteros o en matrimonio– de la peor manera:
con trabajos mala paga
y ojos fijos a un horizonte con forma de televisor.
Luego de la diáspora sanguínea
(padre calentón, hermanos responsables e independientes),
lo que importa aquí es el asunto
que lograste echar abajo, derrumbar completamente
la antigua casa de tus padres (que alguna vez fuera
el típico hogar de la familia chilena
que tanto cuesta levantar
para los de tu condición al menos).
Bajo plenaria decadencia del imperio
eternas, anodinas noches exprimiéndose como limón seco,
vieja casa, en que ahora sólo ruidos de fábrica.
Entre las habitaciones y los pasillos de ventanales rotos
vientos disolutos de fantástica inmediatez, una situación de carpe diem
como consciente a la tempestad, punto metal cero que sobrevendría.
Y tú como único imbécil anfitrión
para ese variopinto zoológico, con todo tipo de aves y animales:
punkis vegetales, aspirantes a escritores,
mujeres despechadas, absurdos thrash;
cesantes, lesbianas y homosexuales,
todos amigos de un algo que jamás se concretó.
Humo y jazz,
muchachas pálidas y melancólicas
entrando y saliendo
como rayos de luna en tu cuarto;
tristeza y locura, días inválidos,
jarana interminable a dos cuadras del Matadero.
INTEMPERANCIA
Se escapan solos y libres en la línea.
Técnica, oficio, no importan
tampoco la fama ni el anonimato
porque a esa hora hay puro sentimiento
como victrola vieja con tango nuevo
y todo tiene sentido, es precisa la imagen
el arranque y el vuelo magníficos,
más solitario que de costumbre.
Si me vieras, amigo Lowry, precioso en la fuga.
Así es la soledad, el encanto de escribir
perfectamente borracho.
EDIPO
Sí; la vida es mujer.
Nietzsche
De adolescente que tengo un problema que me encanta:
obnubílanme las mujeres mayores,
no todas por supuesto,
pero sí las hermosas, de rostro o cuerpo
o simplemente de conmovedores gestos.
De aquel etario grupo fantástico
me gustaron y síguenme calentando, una que otra vecina,
las madres de mis amigos, las suegras de mis hermanos
(aunque también a veces tengo rarezas, como la de encontrarme
masturbando con mujeres más jóvenes o cercanas a mi edad
como son la raza de las cuñadas, yo que tengo cuatro,
cuatro cuñadas que no me pueden ver
pero que por esto mismo me las violo mejor,
con rabioso orgasmo de ellas inclusive).
Se sabe, hay mujeres de las que uno se enamora
por su pura voz o la forma de callarse, su forma de sentarse
o de sus movimientos lentos de pantera nocturna e insatisfecha;
¡hay mujeres de las que uno se enamora por cualquier cosa!
Maduritas mamacitas, de rostro ojos o piernas prodigiosas.
Mis imposibles son: Paloma San Basilio,
Faye Dunaway, Gloria Ana Chevesich, Jessica Lange, etc.
Pero mejor no ficcionar, sigamos en lo real:
en la intimidad, las cuarentonas son lo mejor,
mujeres de un placer tranquilo, satisfecho, sin culpa.
¡Ah, si ustedes hubieran conocido a Lucy, mi peluquera loca!
Una verdadera bruja, un hechizo de placer en la cama,
del baño a la cocina, de pie en el pasillo o bajo el parrón del patio,
en cualquier parte humedecíamos el cielo
(¡regálame tu lechecita, chico maricón!).
Fue un largo idilio, una borrachera intensa.
Hasta el día de hoy me arrepiento de haberla echado
con temor a que me pillara mi madre
haciendo de su antigua casa un lenocinio
con mujeres mayores que ella.
MEA CULPA, MEA CULPA, MEA GRAVÍSIMA CULPA!
Todavía no poeta, no soy poeta; no hay poeta, pues de
eso no se sabe. Hasta ahora, pues, sólo sobrevivimos.
Macedonio Fernández
Reconocer no sé el canto de los pajaritos,
el aleteo en el cielo de una alondra o un zorzal.
Como un balde sin niño (que abandonado con su respectiva pala
yace a orillas de una playa anochecida y lunar)
quisiera concentrarme en un árbol, describirlo.
Se critica la falta de sensualidad del hablante en mis poemas.
Dicen que faltan bosques, plantas y flores
y mejor ni hablar del carísimo tema del amor.
No sé la diferencia que existe entre una cala o un gladiolo,
entre un nomeolvides y un ciprés, entre un boldo o un jazmín, etc, etc.
Las reconozco sólo como nombres, palabras que aparecen
/en poemas o novelas,
ecos, significantes sin imagen para mi ojo inmaduro. Por sobre todo
abunda la palabra seto en muchas novelas que he leído, ej:
“El señor Bloom avanzó junto a un seto sin ser observado…”.
Falto de R.A.E o Moliner –diccionarios que sencillamente no tengo–
y pobre de idiolecto, hasta el día de hoy
siempre imaginé que el seto era una planta
sin saber que en realidad es un cercado hecho de palos
/o varas entretejidas.
Helecho es que pareciera que no sé describir otra cosa
/que no sea mi ombligo;
como si el centro del universo partiera de mi barriga cervecera
maréome con el canto etílico del yo-yo.
Lo peor de todo: tampoco sé contar chistes.
Definitivamente, poco dado a la voluptuosidad
este hablante no describe sublimaciones interiores;
falto de trino, cojo de espíritu, sin fantasía
tampoco mitiga la miseria humana
transportándola momentáneamente hacia otro lugar.
SEPTIEMBRE
¡Miau, miau!,
los agosteños gatitos dejaron de aullar (noche).
Entre la hierba todavía húmeda, surge Ion,
primeras violetas y de pronto
un viento de madrugada como casi nunca
un viento tibio como jamás
amenaza con llevarse techos de zinc
(descolgamos la ropa puesta a secar);
azul, diáfana ventolera, oreando el último smog invernal;
remolino viento en las cunetas de Santiago,
levantando polvo
jugando con papeles.
Proliferación de flores (día),
cielo azul, cirros y uno que otro retazo de nube
como cuando Heidi –recostada en la pradera
más allá de las montañas– oteaba el cielo.
Cada media hora,
biplanos (verdes, rojos, blancos)
sobrevuelan
y cruzan el rectangular cielo de mi patio a baja altura,
aeroplanos rojos, verdes, amarillos
cerca muy cerquita de tu techo
pilotos y copilotos que divisar pueden
los techos pobres los techos ricos
y en el Club Hípico alzarse a los enanos en sus corceles
/del dinero por azar.
Baco, uvas de racimo en la cabeza ¿cuál corona espinas de Jesús?
abandona el mediterráneo, al menos por este mes
Independencia de Chile (por secretaría y peluquín blanco).
Septiembre. Alergias. Suicidios primaverales.
Se avizora el primer volantín de la temporada.
A enjaezarse comienza el barrio,
de cada una y muchas de ellas
fachadas bonitas, feas, pudientes o miserables
banderitas chilenas banderita tricolor
y la cueca que no sabemos bailar
(se cavila acerca del fome baile nacional).
Y otra vez el viento, emocionante
como la acción de un sacacorchos
la ventolera.
Curiosa, rara sensación la de este año:
cesante y sin futuro, pato y confuso
sintiéndome más chileno que nunca
más chileno que las rechucha.
Flotan,
por las calles,
los primeros escotes,
paraditos debajo de seda blusa blanca
(eretismo total)
turgentes pezones,
sudadas hembras dejando turulatos a los muchachos,
parece queda poco tiempo pa morir.
Crecimiento de rosas,
aunque es época de narcisos.
En la plaza (un close up por favor)
al perezosillo etílico y vago, o sea yo
caminante y su sombra,
Eolo estropéale su chuzo engominado.
Este mes ha sido particularmente ebrio
(así nos lo propusimos, inconsciente colectivamente como nación),
improvisadas fondas en Batuco.
Inútiles sociales, en la inopia (pasotas)
rebuscárselas, un pitutito
inventarse el aguinaldo
pero este año no nos quedamos sin chupar:
tal vez,
hablar con mis amigos profe (Manuel Rodríguez, Maxi Díaz)
para revisar pruebas de Castellano (enseñanza media)
y gustoso regalar algún puntito.
Septiembre días tinto
bajo el tráfico y el estrés de un bolsillo chato
soñamos con chinganas en los pueblos del sur.
Días treinta y un septiembre chicha
pletórico de chilenidad,
mes del loco viento ganas de vivir.
(Ventana) pasar vemos por las veredas
criaturitas pálidas
niñas más lindas que nunca;
esculturales gredas,
apetitosas morenas chilenas.
Por todas partes puro verde pasto que en verano será maleza.
Este mes ha sido particularmente ebrio.
Improvisadas fondas en Batuco.
En la explanada de Lo Fontecilla
(laserpicio el paisaje) todo verde,
adyacente al ojo monte arriba y echadas
vaquitas y uno que otro rocín,
cuando en camioneta hacia las parcelas de unos amigos
Pititore Sarmiento uno de ellos, más otros marihuaneros
(a mí no gustarme la plantita me hace mal me deja pa dentro).
Otra tarde, mismo mes:
Parque San Eugenio, Estación Metro Ñuble
el volantinero amigo de infancia y yo, después de vendidas
todas las ñeclitas y todos los pavos, quedamos presos
bajo la fruición sedienta de una mirada a cuatro ojos,
algo fenomenal, mejor que un Matta o un Jackson Pollock
el cuadro de una hilera de cervezas “Escudo” bien heladitas.
Y concluye el día, la noche:
descuadernados
(sobre el piso tablas de madera)
terminamos raja, escuchando temas de Elvis,
Ornette Coleman, Primus.
Resaca y sin aspirina, arriban los meses postreros.
Pasadomañana, en otro afán:
arena y olas
(temporada de playas y piscinas)
efluvios de vaina sedienta
tórrido viento
bajo los quitasoles
doncellas con escocimiento escozor.
Mientras,
por septiembre, calabazas.
*
Se acabó la cuerda,
se me le agotaron las pilas;
groggy
hace rato ya que vengo
aguantando a un ser inanimado.
Levántate!
Túmbate!
Y no me canso de decirle a mi entrenador
tira la toalla.
OBRAS
Groggy (2003)
Intemperancia (2007)





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