Poesía chilena y jazz | La era del jazz

«En nuestra literatura, y en particular en nuestra poesía, que será el género a explorar en esta columna, la onda expansiva de la explosión jazzística arribó también de forma temprana, habiendo diversos poetas chilenos que en la década del veinte, y en plena eclosión de las vanguardias, hacen referencia a la música originaria de Nueva Orleans, que tal como el cine, el gramófono, los aeroplanos, el teléfono, el automóvil y otros inventos de la época, pasó a ser símbolo de modernidad.»

Poco tiempo después del surgimiento del jazz en la ciudad de Nueva Orleans, suceso acaecido en la frontera de los siglos XIX y XX, uno de los escritores prominentes de la época, el estadounidense Francis Scott Fitzgerald, bautizaría a los años veinte del pasado siglo como “la era del jazz”. Este hecho da cuenta no solo de la explosiva expansión que experimentó la música sincopada en los inicios del siglo pasado –no olvidar que el término jazz aparece recién en 1913 y que el primer disco del género se grabó en 1917–, sino también de sus tempranos vínculos con la literatura, conexión que se ha mantenido vigente hasta el día de hoy, habiendo tenido momentos de intenso pololeo, como los sostenidos, entre otros, con la generación española del 27 (la de García Lorca) y el movimiento beat gringo. En nuestra literatura, y en particular en nuestra poesía, que será el género a explorar en esta columna, la onda expansiva de la explosión jazzística arribó también de forma temprana, habiendo diversos poetas chilenos que en la década del veinte, y en plena eclosión de las vanguardias, hacen referencia a la música originaria de Nueva Orleans, que tal como el cine, el gramófono, los aeroplanos, el teléfono, el automóvil y otros inventos de la época, pasó a ser símbolo de modernidad. Uno de ellos es Vicente Huidobro –Vincent por esos tiempos– quien fue uno de los primeros en integrar el jazz al diccionario de la poesía nacional. Esto ocurre, paradójicamente, fuera del territorio chileno, particularmente en Francia, en 1921, cuando publica Saisons choisies, antología de su obra en francés (con retrato de Picasso incluído), donde es posible leer dos poemas en los que el autor de Altazor se refiere a la música sincopada. En uno de ellos, “Sombras chinas”, escribe: “El jazz band de ultramar ha venido bajo las gaviotas / Y las olas tomaron un nuevo ritmo”, otorgándole -con estos diáfanos versos- una especie de bienvenida a la música de Nueva Orleans. 

Tres años más tarde, en Valparaíso, en el número 1 de la revista de vanguardia porteña Nguillatún, editada por Neftalí Agrella y Pablo Garrido, podemos encontrar dos nuevos ejemplos de esta temprana conexión entre el jazz y la poesía chilena. El primero es el poema “Torbellino”, cuyo autor, Pedro Plonka, plasma imágenes en las que se puede adivinar la alegría del carrete jazzistico: “Manos lanzadas / desparraman puñados de estrellas / Él arco de los violines / enreda las serpentinas de las risas / Y las parejas pisan los petardos del Jazz-band / tomadas de la cuerda de la música / La luz araña los torsos y flancos / Las mujeres tienen soles en la cabellera…”. El segundo texto que publica Nguillatún es una greguería colorida e imaginativa de Pablo Garrido, “Los pintores de casa”, donde el poeta no solo hace referencia al jazz, que en esos tiempos estaba asociado al baile y la diversión, sino también a sus influencias artísticas: “Sus trajes nacieron para pasearse ante decorados cubistas y detrás de futuristas orquestas, con violines verdes, cellos blancos, contrabajos azules, pianos granates, cornetas chocolates y Jazz Bands cafés.” Oportuno resulta indicar que Pablo Garrido no solo fue escritor, sino también un músico destacado que en 1924 formó la Royal Orchestra, primera banda nacional de jazz, dedicándose más tarde al estudio de la música chilena. 

En 1929, Juan Marín, poeta y narrador que participó en diversas revistas vanguardistas de la época, publica el breve poemario Looping, donde construye un hablante poético cosmopolita y vital, que disfruta de pilotar aviones y de la vida nocturna, espacio, este último, donde se encuentra con el jazz: “tín… tín… / tán… tán… / toit-et-moi / lirulí… lirulá / …en el agua del jazz / hay bravezas de mar”, señala en el poema “Bataclán”, usando un tono liviano y festivo, juguetón y algo banal, pero acorde a esos tiempos donde un tal J.F. (probablemente Juan Florit) le hacía la autopsia al prolífico y reconocido poeta modernista español Francisco Villaespesa, que visitó Chile en 1921, señalando, en el número 2 de la revista Ariel, publicada en 1925,  que el seguidor de Rubén Darío era: “Autor de 130 volúmenes de hojarasca y humo. 130 loros tropicales. Una torre Eiffel de sonetos. Castillos de naipes. Nido de telarañas. Andamio que carcome la polilla clásica. Victrola con los discos iguales. Poesía leprosa en este siglo de aviones, Jazz-band y Hupa-Hupa.” 

No todas las miradas sobre la música sincopada, sin embargo, tienen el tono optimista, alegre y colorido visto hasta ahora. Un ejemplo de esto se halla en la obra de Pablo Neruda, quien en Anillos, libro de poesía en prosa publicado en 1926 junto a su amigo Tomás Lago, escribe: “Ahí es donde empieza su corazón a entretenerse, araña de metales nocturnos, jazz band de sonámbulos y una novia enterrada, que es la noche profunda que él la decora con luciérnagas negras…” El texto pertenece al poema “T.L.”, dedicado justamente a Lago, presentando un tono surreal, oscuro y fúnebre, con tintes góticos. Un año más tarde, en 1927, mismo año del estreno de El cantante de jazz, primera película sonora, otro de los pesos pesados de nuestra poesía, Pablo de Rokha, publica Satanás, poemario donde pasa de la estilizada oscuridad nerudiana a una mirada también oscura, aunque hermética y estridente, asociando el jazz y otro arte emergente en la época, el cine, ambos importados principalmente desde Gringolandia, al ruido, a la violencia, al dolor: “los lagartos empapelados me lamen la filosofía: / los frutos maduros del sol / lloran en mis teatros de azufre y sangre quemada, / y el problema de luto / me araña las entrañas de celuloide terrible / con los serruchos del jazz-band, / irremediablemente”.

Como puede apreciarse en los poemas que hemos revisado, más allá de la mirada luminosa u oscura que se le prodigue, el jazz se encuentra presente en la producción de diversos poetas de los años veinte, período en el cual nuestra literatura se “vanguardizó”. Esta presencia se da a principalmente a través de la figura de las jazz–band, sin que se mencionen de manera particular a músicos destacados de la época, como King Oliver, Louis Armstrong o Sidney Bechet, por nombrar a algunos, o a bandas determinadas, tendencia que cambiaría más adelante. Experimentarán un cambio también algunos de los instrumentos musicales mencionados en los textos, pues algunos de ellos, como el banjo o el violín, tendrían menor presencia en las formaciones jazzisticas de las décadas siguientes, incorporándose nuevos instrumentos. Hablaremos de eso, por cierto, en futuras columnas. Ahora, finalizando estas notas, que no tienen un carácter exhaustivo, pero permiten esbozar la relación entre la poesía chilena y la música sincopada durante “la era del jazz”, los dejo, rítmicos lectores, con una selección de los poemas citados. 

SELECCIÓN DE TEXTOS

 

 

Vicente Huidobro (1893-1948)

 

SOMBRAS CHINAS

 

La paloma está manchada de carbón

Pero aún tenemos la pureza del avión

Esa hostia bien amada alzada sobre los montes

 

El Avión

 

El Avión

 

Ese trozo de tierra desprendido de la tierra

Hace la primavera del aire

 

Nuestros pájaros han cortado los navíos que se irán

Y para seguirlos tengo las manos llenas de mariposas

 

Desprendido de mí mismo me miro al frente

Esto sería mi luna o bien mi hielo

Y me digo buenos días

Quitando la pantalla

 

Por qué pues ocultar la estrella fiel

Tengo la llave de los planetas que giran lentamente

Lo sé muy bien

Los ojos enemigos se abren todo el tiempo

Y si partes te llamo

 

La alondra del teléfono duerme sobre el alambre

 

Me gustan más que todo las ciudades cosmogónicas

Collares de linternas antiguas

 

En las noches de lluvia todas las ciudades son Venecia

Todas las torres imitan la de Pisa

 

Me gustan las calles chorreantes en la bruma nativa

Llenas de luces y autos a la deriva

 

Ese descenso de lámparas hacia abismos más tibios

 

Emigración polar

Es muy sencillo

y muy al fondo estas flores de itinerario

Hacen una constelación familiar

 

La ciudad es sin sorpresas

El aire de la primavera sale de mi bolsillo

En el campanario las horas son capturadas

Y el viento que pasa gira hacia la izquierda

 

Jazz band de pájaros

En el surtidor

 

Tú bailas

Tú cantas

El lago del claro de luna se halla a cincuenta grados

 

El negro ríe como un piano

Tiene la boca

Llena de teclas

 

La luna es su banjo

Y en la garganta estrangula un pájaro

 

El jazz band de ultramar ha venido bajo las gaviotas

Y las olas tomaron un nuevo ritmo

Temblor de guitarra ahogado en la marea

El rebaño del mar ha seguido nuestro cayado

 

No me gusta América

No me gusta ya la primavera eléctrica

Donde cada hoja al abrirse hacía un ruido mecánico

 

El negro tiene su ombligo en diapasón

Pero la paloma está manchada de carbón

Y nuestros aeroplanos no tienen todavía una canción

Es preciso que canten nuestros aviones

Como flautas vueltas hacia el futuro

 

Hoy es el nudo del cielo

Mañana será viejo también

Y tal vez cantará para morir

 

Ya no hay nuevos sonidos

Todas las almas se van

 

Mi alma como Ulises es lenta en regresar

 

__________

Tomado de: https://www.revistaaltazor.cl/textos-de-huidobro/poesias/. Traducción de Teófilo Cid

 

 

 

Pablo Garrido (1905-1982)

 

LOS PINTORES DE CASA (fragmento)

 

¡Qué escenas teatrales más interesantes harán los pintores en el taller, cuando se les ocurre vestirse con sus trajes de pintor! Ese pantalón tan azul con verde blanco y rosado, esa chaqueta tan variada, y ese gorro de papel tan pintoresco!

Sus trajes nacieron para pasearse ante decorados cubistas y detrás de futuristas orquestas, con violines verdes, cellos blancos, contrabajos azules, pianos granates, cornetas chocolates y Jazz Bands cafés.

 

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Tomado de: Revista Nguillatún. Periódico de Literatura y Arte Moderno. Valparaíso. N°1. 1924.

 

 

 

Pedro Plonka (Pedro Valenzuela Páez, 1896-1976)

 

TORBELLINO

 

En la marea de la orquesta

tiene vaivén de transatlántico, el

Dancing-hall

Por la rada de los espejos pasa en-

crespado de música el oleaje de la

danza

 

Los ojos cantan

Las miradas desnudan los

cuerpos     Las cascadas eléctricas

despeñándose contra el parquet

lanzan torbellinos de luciérnagas

sobre las serpientes musicalizadas

que zigzaguean jadeantes

en torno

a un flautista mágico

invisible

 

Manos lanzadas

desparraman puñados de estrellas

El arco de los violines

enreda las serpentinas de las risas

Y las parejas pisan los petardos

del Jazz-band

tomadas de la cuerda

de la música

La luz araña los torsos y flancos

Las mujeres tienen soles en

la cabellera

Bajo el plafond

los fumadores

trazan arquitecturas de

humo y

ascienden por las escalinatas

espiroidales, a los palacios grises de los

cigarros

SOLO

para incrustar la música en sus dedos

un gentleman

tamborilea en una mesa

silbando

 

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Tomado de: Revista Nguillatún. Periódico de Literatura y Arte Moderno. Valparaíso. N°1. 1924.

 

 

 

Pablo Neruda (1904-1973)

 

T. L.

 

A caballo en Solveigs Lied, corazón tatuado a correazos con perfumes y ausencias, ahí está con la mano, apretando abalorios, tristemente, extendiendo lazos de infinitos, corre a cazar los pájaros que el alba despierta, o despegando sangrientos caracoles de la pared de la noche los atrae al oído y aturden sus altos ecos y tiene el corazón cruzado con un velamen de partida y un ancla de fondeo, el que es mi camarada, grandote, con su sonrisa ancha de compañero querido, lo veo afirmado en un mástil, escribiendo en el suelo sus números de nostalgia, largamente triste, mi amigo con la botella negra y el cuchillo y la soledad que él necesita para sus redes profundas. Amanece de pronto, él está ahí a mi lado, a mi lado está, va cantando a mi lado los resonantes estribillos o las copas vacías le cortan el semblante, o por lo menos lo veo en su retrato de gala, desnudo el hermoso cuerpo y la visera para arriba, dorado de fuerzas alegres, sin embargo con la tristeza de una cruz negra a la orilla del pecho. También tiene alma hecha con cuadrados inmóviles, rompen entonces, teclas repitiéndose, como una carretera de un continente distante, tiene en él las estaciones inconclusas o tiramos al fondo del día conversaciones sin objeto, como las monedas de un país desaparecido. Ahí es donde empieza su corazón a entretenerse, araña de metales nocturnos, jazz band de sonámbulos y una novia enterrada, que es la noche profunda que él la decora con luciérnagas negras, le pongo en la frente una rosa de prisa. Después nos reconocemos desde lejos, dando vuelta un camino, y se trasluce la mano oscura de Pablo entre la mano blanca de Tom, pasan bajo los túneles y el sol las cruza y sus oscilaciones gravitando. Él y yo, transidos otras veces tumbamos pesadas manzanas, es de noche, es de noche, ahuyentan las misteriosas veladuras del cielo, pero de repente no me acuerdo de cuál de los dos estoy hablando.

 

__________

Tomado de: Pablo Neruda. Obras completas. Tomo I. De Crepusculario a Las uvas y el viento – 1923-1954. Galaxia Gutenberg. Barcelona. 1999

 

 

 

Pablo de Rokha (1894-1968)

 

SATANÁS (fragmento)

 

 

YO EXISTO,

iah!,

YO EXISTO sobre el día corriendo,

AQUI,

pregunto mi dirección a las alondras del infinito mis infinito,

CANTO, CANTO, CANTO,

agarrándome a los aeroplanos de mi voz, ioh! , de mi voz embanderada y americana

o borneo, monologando, una gran palmera de volcanes,

abro los sétimos ojos encima de ese rodaje de láminas y triángulos indiscutibles

refuto la argumentación desdentada del esqueleto,

y, tocando la canilla despavorida,

inicio el tiempo, amigos, inicio el tiempo,

el tiempo de los vocabularios y los siglos partidos en figuras:

   A,

   E,

   I,

   O,

   U,

cuando la tarde inmóvil, como un toro, en la derrota del gesto y del signo,

rodea de ciudades agonizantes el acordeón de los últimos sueños,

yo escupo, lleno de saliva la guatita de las estrellas, yo escupo, pero yo escupo;

además, los lagartos empapelados me lamen la filosofía;

los frutos maduros del sol

lloran en mis teatros de azufre y sangre quemada,

y el problema de luto

me araña las entrafias de celuloide terrible

con los serruchos del jazz-band,

irremediablemente,

ME ARAÑA LAS ENTRARAS DE CELULOIDE TERRIBLE,

entonces, se me ríen las tripas,

se me ríen las tripas,

y se me ríen las muelas lo mismo que a los tontos y a los muertos,

a los parientes de adobe que hacen costumbres,

a la vieja mohosa que cuida los despoblados con su tristeza,

a los ataúdes sin candado,

a las emociones sin candado,

a los emigrantes sin candado,

a las botellas rotas y rojas encima del crepúsculo,

y a los crucifijos empeñados y espantosos

en el desván de los somieres y los colchones de las putas nubladas,

entonces, se me ríen las tripas,

se me ríen las tripas,

y se me ríen las muelas lo mismo que a los tontos y a los muertos…

 

_________

Tomado de: Mis grandes poemas. Pablo de Rokha. Editorial Nascimento. Santiago. 1969

 

 

Juan Marín (1900-1963)

 

BATACLAN

 

a los alegres amigos de Catedral 1165

 

la carne del amor es un biscuit-glacé

en la caja de música del Petit-Palais

París… Congo… Transvaal…

el BATACLAN es el África ancestral

metida en un tambor y en un timbal

espuma de todos los mares

se bebe en el champagne

torbellinos de seda en espiral

se enroscan los vasos

y en los ojos de cristal

hombre azules negros rojos

el alcohol

miente un sahara bajo el sol

la bayadera ondula como bandera

de Abd-Dhel-Krim

mozo!!… un cock-tail en gin!!…

el ludibrio entra por la bica del Sena

ensilla la tour dÉiffel

envenena el alma de Chaplin

bocas negras mascan el forget-me-not

gauchos pamperos aman a Mistinguett

y a Margot

los paisajes en cubo se caen

por el violín y el saxofón

una pierna espadachina

ensartó a la luna

tú eres mi flor

dice el cow boy

petróleo en California

a gran vapor

es la América joven en pijama

la que amanece en el Far West

y cena el los boudoirs oblícuos

del Moulin

en los océanos de chocolate

cruzan altos gallardetes del cold-cream

los ombligos ondulan

pulsan laten

se levantan y se abaten

como constelaciones de carmín

el banyo insulta al cascabel

los corazones van en andarivel

castillos fabulosos de papel

entre una piel y otra piel

1     2       10

20 pantorrillas de arroz mecanografían

el parquet

Lissonne… Lisette…

el gigoló

mascando coca se encontró un reloj

los aerolitos bajan en funicular

para bailar en el tambor

los motores del shimmy hacen burbujas

con los 800 cilindros del deseo

mataron a Max Linder por amor

…………………………………………….

y sigue el BATACLAN

tín… tín…

tán… tán…

toit.et-moi…

lirulí…lirulá…

…en el agua del jazz

hay bravezas de mar

el mundo pare un décimo sentido

afuera va la noche

con el eje partido

y la tristeza a un lado

como en un side-car

 

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Textos tomados de: Obra poética. Juan Marín. Editorial Cuarto Propio. Santiago, 2014

 

 

 

 

 

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