Cámara Rodante | La Vega Central

Es medio día y desde el asfalto viciado el sol pega de rebote a los transpirados visitantes que circulan entre los líquidos percolados que se aposan en las calles de la Vega Central -ex sector "La Chimba"- reducto que recorro incansablemente desde mi niñez casi púber, en esa juventud cimarrera donde el colegio me aburría y escapaba a esa parte de Santiago, atraído por un submundo casi detenido en el tiempo. Hoy, siguiendo con mi propia tradición, camino por sus callejuelas y rincones como gráfico, retomando mi veta de viajero de los suburbios con mi "rectángulo rodante" concentrándome en retratar el paisaje, tema que he seguido desde hace varios años y el cual nunca es fácil porque una cámara intimida, así que la idea es ser súper rápido en la toma, seudo técnica que he ido perfeccionando con el paso de los años. Mi grupo objetivo está vez "son los parias de la sociedad" que esquivan los lentes por miedo a ser reconocidos o simplemente vergüenza, algunos reaccionan mal y es entendible porque en el fondo conservan algo de su raciocinio y saben que se encuentran atrapados en lo más profundo del sedimento social, discriminados por la mayoría, muchos ya sin familia, resignados a esa vida.


Ha pasado algún rato de este periplo fotográfico y siendo un día caluroso siento sed, así que para entrar en onda me hago de un pack de cervezas y me escabullo en la Plazuela de los Historiadores, que queda casi al llegar al Puente de los Carros, al frente del cauce del Mapocho. Entre esa gente que vive en carpas, por ese sector, me logro mimetizar, soy uno más, sentado, bebiendo y desde ese lugar, logro divisar hordas de viejos alcohólicos con sus caras deformadas como las de un boxeador abatido, saliendo de las cantinas, para dejarse caer en aquella plazuela donde levantan sus "chululos", viviendo la indigencia en medio de la capital, donde el olor humano a orina y excrementos se funden dando paso a un ambiente rancio y putrefacto. A eso se agregan los olores de los micro vertederos que se forman a diario, frutas descompuestas, agua aconchada en las pozas de asfalto agrietado por el paso de las ruedas o el perfume de gordas prostibularias, que yacen sentadas en bancas hechas con tabla de tapa, limitando con la Feria de las Pulgas, donde el cachureo es un estandarte y que está a un costado de esas calles cercanas a la iglesia Recoleta Franciscana. Se forma, en este lugar, un tumulto que con gritos chillones o con voz raspada vocea candelabros de plástico made in china, último chiche llegado en containers desde el lejano oriente que sucede a la reina a caballo que, por un tiempo, se vendió como pan caliente. Tal es la música texturable, la atmósfera sonora que atrae a turistas que con celo gatuno levantan sus cámaras o celulares, temerosos de los escaperos o lanzas que buscan arrebatar cualquier cosa de valor, tal como lo hacen los leopardos cuando arrebatan con velocidad a sus distraídas presas. Así transcurre la vida en aquel barrio que al parecer cuenta con sus propios códigos de cruda marginalidad.


"Después de dios sigue la Vega" reza el dicho, dios salvador, exista o no exista, que para los rezagados del sistema, a los cuales me refiero en estas líneas, no alcanza.

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2 comentarios en “Cámara Rodante | La Vega Central”

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