Fichero | Cartas desde la Casa de Orates

Hace un par de meses, en la cola de la feria de Batuco, entre barbies sin brazos, brocas oxidadas, discos duros muertos y sudadas novelas de Alejandro Zambra, Carla Guelfenbein y Hernán Rivera Letelier, me encontré con un libro en cuya portada podían apreciarse médicos, enfermeros y pacientes, todos borrosos, todos pretéritos, todos con aire fantasmal, posando ante el lente de una antigua cámara blanco y negro. Atraído por la fotografía me agaché ante el montón de ruinas que ofrecía el vendedor, un tipo joven, con polera pirata de Nike, y tomé el libro: "Cartas desde la casa de Orates", tal era su título. Hojeándolo, al poco rato me encontré con un par de párrafos conmovedores, párrafos que dejaban traslucir tanto el delirio de quienes escribían como su soledad, sus ansias de libertad y su enorme abandono. Tenían, además, un cierto aire a la narrativa de Roberto Arlt, lo que me pareció fantástico. Pregunté por el precio. Deme una luquita papi y llévese de yapa uno de estos, dijo indicando los ejemplares prematuramente avejentados de Zambra, Guelfenbein y Rivera Letelier. No, gracias, le respondí. Quiero solo este. Ya, deme quinientos pesitos, entonces. 

Sentado en la plaza de Batuco -entre evangélicos, colombianos, haitianos y pasotas que bebían cerveza- examiné con detalle el ejemplar recién adquirido. Se trataba de una colección de veintinueve cartas, escritas en la primera mitad del siglo XX por internos de la Casa de Orates, hoy llamado Instituto Psiquiátrico. Fueron encontradas por su editora, Angélica Lavín, en una antigua y singular caja con forma de libro -una verdadera cápsula del tiempo- en la biblioteca del organismo el año 2000, siendo dadas a las prensas -como se decía antaño- tres años más tarde por el Centro de Investigaciones Diego Barros Arana de la DIBAM. El hermoso y poético objetivo de la editora de los textos es “la ilusión de liberar del encierro estas voces que nunca llegaron a su destino.” Claro, porque como señala Paula Tesche en un artículo publicado por la Universidad Austral de Chile referido al libro en cuestión, por ese tiempo los internos -según las investigaciones de Foucault- eran alejados de sus familias, a las que se les consideraba como “el agente detonante de la desviación”, lo que los dejaba en una condición equivalente al exilio: “estando en el hospital, no hai amigos, ni parientes, ni tia, ni sobrinos, ni nada. El que se quema que muera. Asi, es la vida moderna…”(sic)consigna uno de ellos.

Las primeras cartas datan de 1913 y las últimas de 1931. La mayoría están dirigidas a sus parientes, muchas veces con el objetivo de reclamarles su presencia: “Que pidiera el favor a los suyos que están en Santiago que vengan a visitarme todos ellos con sus hijitos y esposos si es posible pues cuando ven que los visitan aquí los consideran a los enfermos y los adulan y miran mejor a los que no los visitan los miran en menos”(sic). Solicitan, además, dinero, enseres y comida de casa: “Luicita: Pescado frito; Un budín de arroz con leche y huevos; de sus manos y, también, con tomates y bastante azúcar y, despues de frio, ardido en Ron o aguardiente; que, bien le vendria por una mano virgen, como la suya” (sic), escribe un segundo interno. El envío de vestuario también es una petición frecuente: “Yo necesito un traje, un abrigo, estilo ruso y también un sombrero, un calzado corriente alto con suela goma…”, solicita otro de los pacientes. Se da el caso, también, de un interno que le escribe a la viuda del presidente Pedro Montt pidiéndole matrimonio. El sonido de fondo de las cartas, en las que se enlaza el delirio con la realidad, la locura con la sabiduría, es de extrema nostalgia por el retorno a la vida anterior, a ser reconocido y reivindicado como un ser normal, deseos que pueden apreciarse en una de las conmovedoras cartas que Aurelio Gutiérrez* enviase a su mujer, Ernestina*, texto que tal cual como fue escrito -no hubo corrección ortográfica por parte de los editores- presentamos a continuación.

 

 

Carta de Aurelio Gutiérrez*

 

Santiago 3 de Enero de 1919

Mi querida Ernestina*:

Acostumbrado como estoi ya a sufrir fuertes impresiones, sin que se alteren mis nervios, solo por eso, puedo tomar mi pluma, para dirigirte estas líneas, las que por las consideraciones que paso a exponer, las principio en el convencimiento de que van a ser el último adiós que le doi en este mundo a la esposa que tanto quise, cuanto más, que es madre de mis tiernas niñitas.

Hai Tinita de mi alma, no hubiera querido tenerte más bien, para evitar tan hondo dolor. Y tu Bernardita y Laurita, a quienes tampoco olvido un instante.

Ayer solamente recibí la encomienda que me mandastes, por lo cual te mandé mis agradecimientos anticipados. Ella venia conforme, pero mas bien Ernestina no hubiera querido encontrarme con las cartas que venían dentro.

Qué clase de corazón tienes mujer ingrata, como pudistes escribirme una carta tan fría, después que te impusistes de mis muchos sufrimientos; Acaso no te mandé decir que aquí había sido azotado, calumniado, vituperado y por cuanto puede haber pasado solo Jesucristo, que tu, tan impasible pudistes concretarte a decirme que estabas buena.

Si me hubieras dicho que estabas mal y que ya estabas al morir yo habría sufrido menos porque al fin me habría sujerido la idea que sufrías por mí. Y porque además, después de tus acciones, como fué tu desobediencia de irte, sin llevarme ni despedirte siquiera de mí, hoi si no te apiadas en venirme a retirar, mas me valdría que te murieras, porque, al fin, ya no teniendo yo mujer, el Reglamento de este asilo, me permitiría, que saliera solo a la calle, como entré.

Figuraté, que sin ningún motivo, de la manera mas arbitraria, me pusieron en el patio N° 7. Por felicidad en este patio encontré un mayordomo, de sentimientos mas humanos, que los otros donde he estado. 

No le diré, que los otros dos han sido descariñados conmigo, pero, por diferencia de educación me hicieron sufrir mucho.

Han vuelto otra vez Ernestina [a decirme] de que estás embarazada y que por ello, no te atreves a sacarme.

Te voi a decir los fundamentos 1° Tu me dijistes, poco ántes de venirne, que, si yo salía de tu lado en busca de mi Invento de la Verdad o sea del Dios Todopoderoso y la electricidad, tu tomarías otro hombre.

2° La anunciación que tuve de que te hablé cuando vinistes.

3° Porque te fuistes a escondidas.

4° Porque, nada me dices en tu carta tan descariñada, en la cual si bien me dices, que deseas verme, en cambio no me dices cuando vas a venir.

5° Que te movió escribir a Torres una carta que yo solo debía verle la dirección y que dado mi temperamento delicado, que me conoces, sabias que no podía yo abrirla, menos cuando tu supieras, que él abrirla el cajón, el cual solo, por estar en otro patio, pude abrir yo personalmente.

6° Porque, era posible que hasta te hubieran violado, cuando estuviste aquí, esa vez, que andabas sola, dado que, aquí en Santiago la corrupción es tremenda. Supón, solamente que los Aristócratas, toman solteras o casadas en Auto o Coche y las conducen a los recreos, donde a la vista de todos las violan, sin que, los jueces, parece le den importancia a esos salvajismos. Hace como seis días solamente el senador don Eduardo Amenabar, denunció, ante el Senado, que, una asociación de señoras de la Cruz Blanca, compuesta de la alta sociedad, había sondeado al ánimo de todas las niñas de la clase obrera, y todas sin escepcion estaban desfloradas desde diez años arriba. Y en Valparaiso, la corrupción está en las niñas, hasta de ocho años.

Emestina, ya veras cuanto estaré sufriendo, por ti y mis hijas. Vente inmediatamente por favor, sin hacer caso a nadie. Hoi ya estamos los dos fuera de cuidado. Haste la bien orgullosa y no le hagas caso a nadie, así como me decías que yo lo hiciera en Tome.

Suponte, que nuestra fortuna va ha ser inmensa, como te lo decía en Tomé, por cuanto con la electricidad estática que van a tener que andar luego todos los ferrocarriles del mundo, de la cual voi a disponer yo únicamente, cuyo gasto de instalación es mui barato, porque, después de instaladas las líneas no habrá mas gastos que aceite y empleados. El cobre, acero, imán y goma, que es lo que se necesita, en Chile, es barato todo, menos la goma que se traerá de Bolivia o Brasil.

En cuanto al Perpetuo, para autos en todas las ciudades del mundo, se podrá vender el invento, el cual solo gasta bronce, acero, imán y goma también, pero este le empleara para esplorar, mares y el aire, como se quiera.

Ya comprendes tu lecera de tenerme aquí, cuando tu y mis hijitas estarán sufriendo, necesidades.

Si estubieras embarazada Emestina yo te perdono, en nombre de la Humanidad, para salir luego y hacer poner en libertad a tanto desgraciado que sufre sus amarguras en las cárceles y presidios, en completa inocencia como a Héctor Cepeda, cuyo caso tu conoces, el cual solo, por error de la ley sufre, pero no, porque tenga motivo, toda vez que él cometió una lesión, que causó muerte, pero en defensa de su hogar. Más inocente que Héctor todavia tiene que encontrarse en las cárceles el 50%, esto es la mitad de lo que hai hoi en el mundo, con excepción de lnglaterra, Estados Unidos y Suiza, donde se condena la conciencia solamente.

Así hai que nombrar los nuevos tribunales, y van a ver solo pocos presos en adelante, castigándose, en todo a pobres y ricos iguales, mientras hoi se castiga solo a los pobres.- No piences en recibir mas cartas mías, si no te vienes. Por nada hagas cortar el trigo de la casa, mientras yo no lo vea en pie, mira que necesito verlo, para tomar en cuenta su follaje en los distintos retazos a fin de escribir su resultado, lo referente a este cultivo, en un tratado de agronomía práctica, que estoi preparando.

Vuelvo a repetirte Ernestina, ven con orgullo y que ojalá te acompañe el… aquí yo lo armaré.

Tan presto yo salga, me voi a poner a la órden de una gran casa americana, para esplotar mis inventos y abriré una cuenta con 1/2 millón de pesos a lo menos donde Gat y Chavez, para que tu, y todas las niñas y amigos que te acompañen lo gasten el vestuario. Ya tengo todo eso preparado.-

Falta que tu solamente vengas. Nada temas. La Tere debe estar por llegar donde Abelardo; la llamé hace días. Cuando entres, pasa por el patio donde estaba yo antes y te dirijes inmediatamente a verte conmigo. Torres te acompañará.

Tuyo

Aurelío

 

-ojalá a mi salida viniera don Ciro, la Josefina, la Adela, el tío Evaristo, (…) y los amigos que tu convides. Convida a la Martina-.

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* Los nombres de los protagonistas son ficticios. 

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1 comentario en “Fichero | Cartas desde la Casa de Orates”

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