Literatura

Patio de luz | De Ortúzar y los caballeros con tutú

«Después de pecar, a Ortúzar le gustaba que camináramos por la avenida Libertad hasta Cuatro Norte, y entráramos a la iglesia de los Carmelitas. No sé si él hacía esta rutina para escuchar el sermón, o para que lo saludara la iglesia entera, con manos y reverencias, mientras mi invisibilidad flotaba por los muros góticos hasta tocar cualquier vidrio de un vitral.» Recuerdo haber estado viendo un extraño reportaje. No sé si era en el suplemento de un diario, o en una revista. Lo más llamativo para mí, de aquella publicación, resultó ser la ilustración que la acompañaba. La dicha fotografía “trucada” como decimos comúnmente ahora, representaba a varios hombres reunidos, que lucían vestón y corbata. Y, más abajo, unos gráciles tutús. La idea central que rescaté de tal lectura es que había en Santiago un lugar en donde hombres se juntaban. A los 23 años conocí a Ortúzar. Era un sesentón ex teniente capitán de la marina. Alto, espigado, no mal parecido, proveniente de las rancias familias que se habían acomodado en Viña del Mar algunas décadas atrás. Como era de esperar, su árbol genealógico estaba repleto de ortuzaritos llegados a ser cadetes o curas. El departamento de Ortúzar parecía un museo de arqueología por donde se lo mirara. Con tejidos hispanoamericanos, cacharros de greda y churretelas de variadas civilizaciones. Sentado en el sofá, yo no me atrevía a estornudar, por temor a echar abajo los últimos vestigios incas, mayas, y vaya a saber Dios qué otra civilización. El departamento estaba tapizado en azul, hasta la sala de baño. La terraza de aquella vivienda poseía una vista espectacular: justo el ingreso del hotel O’Higgins, la plaza de Viña y el puente que da paso a la avenida Libertad. Allí el aire era espléndido, y la tranquilidad trazaba su mapa de múltiples aristas. Después de pecar, a Ortúzar le gustaba que camináramos por la avenida Libertad hasta Cuatro Norte, y entráramos a la iglesia de los Carmelitas. No sé si él hacía esta rutina para escuchar el sermón, o para que lo saludara la iglesia entera, con manos y reverencias, mientras mi invisibilidad flotaba por los muros góticos hasta tocar cualquier vidrio de un vitral. Luego de la ceremonia religiosa, u Ortúzar-manil, volvíamos al departamento a comer fogazas con una coca cola. Después de lo cual yo le daba un beso, le decía adiós, y volvía a mis raíces de miseria. Un día de pereza y poca conversación, Ortúzar recibió una visita: era uno de sus sobrinos. Un muchacho encantador, precioso, que me alargó su mano para saludarme y una sonrisa que eran nubes transportándome al cielo. En él todo irradiaba felicidad, complacencia y vida mejor. Ortúzar estuvo un poco ácido al decirle: “podían acordarse del tío no solamente cuando necesitan dinero…” a lo que el chico respondió con unos golpecitos en el hombro, y otra sonrisa que casi me deshizo. Mientras escribo pienso que si en ese momento yo hubiera pensado como pienso las cosas hoy día, habría tirado al viejo balcón abajo, para quedarme con esa preciosura de hombre…más que fuera por diez minutos. Pero se marchó, y los dedos de mi alma desprendieron feromonas que lo persiguieron hasta muy entrada la noche. En cierta ocasión, a Ortúzar se le ocurrió que fuéramos a Santiago. No pasaron dos minutos cuando estábamos en su auto novísimo y un regio chofer rumbo a la capital. Dentro de ese auto no se sabía del mundo circundante. Me di cuenta que entramos a un condominio cercano a la estación de metro El Golf. Y entramos al Versailles o al Chantilly de Ortúzar. Creo que nunca tuvo gusto para decorar, y era demasiado tacaño para ordenar este trabajo a alguien que supiera, o tuviese una mínima idea. Las paredes estaban cubiertas de cuadros sin orden, frente a un enorme gobelino de la Paix de Fontainebleau. Por un lado, había dos originales de Somerscales, con su número de seguro y alarmas. En otro muro se exhibían retratos de mujeres. Sobre los muebles (todos de estilo, que no tenían estilo), había montones de cosas esparramadas. Lo más apreciado por las visitas (olvidé decir que a Ortúzar le esperaba una comitiva), era un vaciado en yeso de las manos de Malú Gatica, y una foto de la actriz sonriente con él. La plebe se deshacía en frases célebres para alabar al anfitrión. Pero en lo que mis ojos y todos mis sentidos se posaron con gran recogimiento y exaltación, fue en el bar. No era el mueble en sí mismo, sino la forma en cómo estaban presentados los licores. Ninguna botella. Eran como volutas de perfume, de diferentes colores y texturas. Vidrios ovalados, alargados, esféricos. ¡Qué placer poder haber probado uno de esos sabores! Pero yo no bebía. En uno de mis arranques humanitarios, y mientras Ortúzar se retiraba de su séquito, le dije: “podías donar estas pinturas a algún museo, hacen más falta que aquí”. A lo que respondió: “son recuerdos de familia”. La genealogía Ortuzariana traspasaba sus tesoros, igual que su sangre, de generales a frailes. Pero, pensé para mí, tal vez haya una excepción. Si alguna de estas pinturas llega a parar a las manos del hermoso sobrino de Ortúzar, no dudo que el chico convertiría el objeto de arte en platita líquida y sonante. Billetitos suaves y olorosos a cafés, bares y viajes, que lo convertirían en un dandi por algunos meses. Y, adiós tradición. Sin embargo, lo que me pareció más valioso, de valor artístico y material, se encontraba en el dormitorio de Ortúzar. Un respaldo de la cama con once iconos rusos, cada uno con un enorme marco de plata. Era esa como una visión celestial, en púrpuras y dorados. A medida que se iba acercando la noche, las visitas se fueron retirando y el anfitrión quería seguir en el disfrute.  De nuevo estábamos en el auto, sobre una ruta totalmente ignorada por mí, y más aún de noche, en que todo parecía real e irreal a la vez.

Narrativa argentina actual | Breve historia de una cabeza

«⎯¡La advertencia del señor se hizo presente en esta cabeza…!⎯ dijo el gobernador elevando a Abraham por los aires. Continuó así, mientras se paseaba por la habitación, con su perorata. Su argumento: Dios había hecho de este hombre un sagrado reproche. Había elegido a la provincia como centro de su epifanía. Luego, el gobernador hizo pasar al diacono de la ciudad, el cual explicó, en una segunda perorata, el simbolismo de la cabeza parlante y su advertencia divina.» Cuando Charlotte Corday, la asesina del político francés Jean-Paul Marat, fue ejecutada por guillotina en 1793, un hombre llamado François le Gross supuestamente levantó la cabeza y abofeteó ambas mejillas. Los espectadores afirmaron que la cara de Corday adoptó una expresión de enojo y sus mejillas se sonrojaron. Jules Boissents Nosotros vemos todas las cosas con una cabeza humana y no podemos cortarla; por lo que queda siempre la pregunta de lo que sería el mundo si la hubiésemos cortado. Nietzsche   La mañana en que Abraham Swieczewski perdió la cabeza –aunque, por fidelidad a los hechos, sería más atinado decir: “la mañana en que Abraham Swieczewski perdió el cuerpo”– se desarrolló igual que todas las mañanas de su vida. Se había levantado a las seis y media. Se había bañado y calzado el traje. Abajo, su mujer, Rita, lo esperaba con el café negro recién servido. No hablaron, como de costumbre. Acabó el café, no se despidió de su esposa y se fue en auto al banco. Debía cruzar un puente mediano para llegar al lugar de trabajo. Durante el viaje ni siquiera prendía la radio, solo se mantenía al calor del sol naciente y de las bocinas de los conductores aledaños. De vez en cuando él también tocaba la bocina, insultaba al mal conductor de turno y desarrollaba lentamente su rutina diaria. Pensaba, mientras el tráfago eterno entorpecía la digestión citadina, en todo lo que haría en la semana: el rejunte de cuentas, la apertura de seis nuevas cuentas comunes, el trato con la sucursal de Uruguay, el bar mitzvahdel hijo de Jelenskí, el entierro de la prima Vera y el tema de los terrenos.  Quizá, debido a su introspección y su falta de interés en el camino, no logró frenar a tiempo y el impacto fue inevitable. Delante de su auto había frenado una camioneta Ford, vieja y destartalada, la cual llevaba atados al techo (de manera gárrula y defectuosa según se deduce de los análisis subsiguientes del peritaje oficial) unas vigas delgadas de acero inoxidable. Al momento de impactar el auto de Abraham contra la camioneta, las vigas, que se doblaban por su peso y se orillaban contra el parabrisas del banquero, cayeron con fuerza contra el cristal y lo atravesaron sin problema. Menos problema fue la carne del cuello de Abraham, la cual no se resistió al embate de los hierros (tenía una papada prominente, lo cual tampoco fue impedimento para los hierros). Su columna, medula desperdiciada, se quebró sin rechistar y las vigas llegaron a cortar incluso el cabezal del asiento del conductor. El corte fue perfecto, ya que la cabeza del banquero se desprendió enseguida y, con tal fuerza, que voló a través del hueco en el cristal del auto, cayó al suelo y rodó unos cinco centímetros.  Abraham, lúcido todavía, sintió como se desprendía de su cuerpo mutilado, volaba fuera del auto y luego rodaba por el cemento. Pero, muy en contra de las declaraciones de los historiadores de la guillotina, pasados los infernales cinco segundos de vida final, Abraham Swieczewski parpadeó una vez, parpadeó dos veces y, con horror, asistió a que estaba más vivo que nunca. El conductor de la camioneta, un señor bajito y muy arrugado, casi vomita la divisar el cuerpo decapitado en el automóvil. Se volteó para no ver más, pero, entonces, encontró la cabeza, la cual arrojaba chorritos de sangre por el cuello, mientras lo imprecaba: “estúpido de mierda, hijo de….”, dijo Abraham. El viejecito se desmayó. Los demás automovilistas se acercaron a ver lo ocurrido. La mayoría vomitó, otros corrieron despavoridos. Una mujer rezó.  Desde entonces todo es confuso en la memoria de Abraham. Ver su cuerpo en una camilla dentro de la ambulancia; las miradas terribles y asqueadas de los paramédicos. Las luces del quirófano, los enfermeros y doctores que entraban y salían para ver a “la cabeza”. La espera de hospital, siempre inútil. El último día que vio su cuerpo, ya insalvable y podrido. Pidió que lo adormecieran. Seguro fue muy extraño para los enfermeros colocar el respirador a un cabeza. Creyeron que, debido a su falta de pulmones, se ahogaría o algo por el estilo. Todo en vano. Abraham se despertó a las horas, maldiciente y llorando. Durante varias noches, invocó la muerte. Finalmente lo arrojaron en una habitación del último piso. Dejaron la cabeza sobre un almohadón bastante cómodo, Abraham podía ver todo el panorama. Esa misma tarde, su esposa entró en el cuarto. Lo miró atónita, como si viera a un dios muy antiguo o un crimen horrendo de la naturaleza. Abraham no lo soportó y le grito: “¡Rita, sácame de acá! ¡No aguanto más, vámonos!”. Pero Rita ni siquiera se despidió, cerró la puerta y se fue. Abraham nunca más volvió a ver a su esposa. Los días pasaban y las enfermeras entraban con miedo a la habitación. Abraham ya se sabía el lugar de memoria la cama, la mesita, la ventana y el televisor. Solo podía mirar. Mirar era el nuevo aire de sus pulmones ausentes Las enfermeras siempre le preguntaban si tenía hambre, a lo cual él respondía: –¿Y con que estómago, pelotuda–. Y todo acababa allí. Abraham quería que se lo llevaran, pedía a la policía, a su esposa. Pero nadie quería dar audiencia a la cabeza. Por las noches Abraham miraba las ventanas de los demás edificios, buscando algo que ver. Miraba las estrellas, pero no había consuelo. Un día, una miríada de periodistas irrumpió en el cuarto. La mayoría con grandes cámaras y micrófonos. Todos retrocedieron con un

Signos vitales | Subalterno

«A lo lejos, en el carro contiguo, veo la cara de mi exjefa, que abordó el mismo tren. Está sonriendo, siempre está sonriendo. ¿He progresado desde ese tiempo hasta ahora? ¿Puedo hablar por mí mismo hoy en día? Poco, me digo, poco he progresado, puesto que sigo siendo un subalterno, alguien que, lamentablemente, debe dejar sus objetivos personales de lado cuando entra en la empresa, sustituyéndolos por los intereses corporativos. Un tipo que no tiene voz en el discurso hegemónico, como diría Gramsci. Un tipo como Sorel, un puto como Sorel.» Salgo del trabajo, son las siete de la tarde. Estamos en enero y el sol aún pega fuerte sobre el pavimento cercano a Estación Los Héroes. En el camino paso por una tienda de artículos católicos, abarrotado shopping para aquellos y aquellas que aún creen en el Vaticano y sus melosos soldados. En la vitrina veo figuritas bíblicas perfectamente pintadas. Figuritas de caras rosadas, figuritas con corazones rojos que, tal como el pecho de Flash, se encuentran atravesadas por un rayo color oro, figuritas martirizadas, crucificadas, ensangrentadas, aunque prolijamente mantenidas. Se hallan envueltas en nylon no solo para que no se llenen de polvo, sino para que la gente común y corriente que entra al local no las manche con sus manos sucias, grasientas, pecadoras. La mugre y la santidad, todos los sabemos, no se llevan muy bien. Cuánto costará una virgen, me pregunto. Y sigo caminando. Quiero llegar a casa, abrir una cerveza, comer algo y seguir con la lectura de Rojo y Negro, de Stendhal, novela que releo con avidez. Santiago está medio vacío. Todo aquel que pudo escaparse del calor de enero, de los 34 grados que te cuecen el cerebro y hasta los huevos, seguro que ya no está aquí. Los que se quedan son aquellos que deben laborar, así como aquellos y aquellas que gozan de su período anual de descanso, mas no cuentan con dinero para vacacionar y deben hacerlo, como escribió el poeta Héctor Figueroa, por la tele. O por las redes. Principalmente subalternos -explotados o auto explotados- que deben observar, en la pantalla, programas acerca de playas y lagos donde la preocupación central es la economía: cuánta es la ocupación hotelera, cuántos turistas extranjeros han llegado, cuánta plata ha ingresado al país y su exhaustiva comparación con años anteriores. No las gaviotas o el sonido del mar, no el crecer de las docas o del quillay, no el pasear de los que se aman y/o desean por el fresco borde marino, no los ojos de los niños que junto a las olas -alegres e inconscientes- construyen maravillosos universos de vacío, agua salada y arena.  ¿Cabe Julián Sorel, protagonista de Rojo y Negro, en la categoría de subalterno? me pregunto mientras dejo atrás las vírgenes y los cristos envasados. Me hago la pregunta porque el arribista personaje central de la novela (que en su momento el Vaticano prohibió por mostrar, entre otras cosas, el lado turbio de la mafia católica) debe mantener sus ideas napoleónicas en secreto mientras que en público se muestra partidario de la aristocracia y la religión comandada por el Papa. ¿Puede hablar Julián Sorel?, me pregunto, parodiando a la Spivak. Sigo avanzando. En los muros amarillos del edificio donde antaño funcionó la embajada de Brasil, veo un grafiti en homenaje a Pogo, cantante punk fallecido recientemente, tipo poco común para nuestra sociedad que, entre otros, se hizo conocido por un tema que rezaba: Chichiolina, yo te amo, yo te adoro, porque eres cochina. Me encuentro, luego, con un hombre pequeño y sonriente, como sacado de la parte pastoril del Quijote, tocando inocentes melodías con una flauta dulce. Me pregunto cuánto demorará en desaparecer de la memoria de los otros un hombre común y silvestre, un hombre sin hits como Pogo. Me pregunto, después, si desaparecer de la memoria de los otros es como no haber existido. Continúo mi camino. En los muros veo, ahora, unos carteles anticigarrillos ilegales. Traficar cigarrillos es un crimen dice la enorme pieza gráfica tamaño mercurio a todo color. Nadie firma la declaración. Lo más lógico es que provenga del monopolio del tabaco. El tabaco también mata, me digo. Por eso me parece tan absurdo el cartel. Un cartel hecho por un cartel. Un crimen denunciado por un criminal. Recuerdo, enseguida, que la misma campaña también está en las radios, incluso en la “Cooperatibia”, emisora ensalzada por su rol en la época dictatorial de Pinochet y sus socios de derecha, que hoy, lamentablemente, hace programas de la mano de las AFPs y publicita a empresas turbias como SQM. A eso hemos llegado. La gran empresa -que fue la que financió la campaña proegoísmo “con mi plata no”- hace lo que se le da la gana. La gran empresa sí que puede hablar. Cabrones y llenos de dinero se meten sin permiso en el cerebro de la gente, en el inconsciente colectivo, que es algo así como entrar en dormitorio de alguien sin permiso. Y nos violan. Entro al metro. Me recibe una oleada de calor húmedo. Pongo mí tarjeta bip y bajo las escalas hacia el andén. A la distancia veo a una excolega, Cecilia Azúcar, trabajadora social que ejercía la jefatura de carrera en un organismo de educación superior donde años atrás hice clases. Una mujer de trato dulce como su apellido, pero capaz de traicionar a su madre por mantener su puesto. Gracias a ella, junto a otros seis docentes, fui despedido por "agitar el gallinero" pidiendo algunas cosas básicas como un lugar donde almorzar, contratos de trabajo (no a honorarios) y un pago más digno por hora de clases realizada. También -en plena democracia- se me acusó del “delito” de motivar a los estudiantes a formar un centro de alumnos, algo consagrado en la ley de educación superior. Eludo a mi ex colega de engañoso y dulce apellido y espero el tren a unos prudentes diez metros de distancia, la distancia que separa al subalterno del poder. Enseñaba -por esos tiempos-

Testigo ocular | Yanko González Cangas

Poeta y antropólogo, Yanko González Cangas nace en Buin en 1971, viviendo su adolescencia y juventud en la comuna de San Bernardo. Su poesía temprana, con su lenguaje caprichoso y cercano al del Chile actual, ha sido un referente para las nuevas generaciones, en especial sus libros Metales Pesados y Alto Volta. Radicado posteriormente en Valdivia, nos encontramos con un poeta entrelazado en nuevos signos, haciendo gala de una lucidez que, entrando en el espiral de la psicosis, da cuenta de los estados de ánimo de una generación que conoce las causas, pero no controla los efectos. Ha obtenido diversos premios, como Arte Joven Gabriela Mistral (2000); Premio de la Crítica (2008) y Mejores Obras Literarias (2021). Actualmente ejerce como decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Austral de Chile.       Selección de poemas     PORDENTRO & PORFUERA   O sea estuvo muchos años extrayendo heces aunque vamos todos le decíamos el saca-mierdas  que traducido a su idioma vendría a ser  ducha fría o saca-piedras.   Convengamos que la mierda es memoria  del mismo modo que una palabra es la memoria de su significado repetía  haciéndose el interesante  abriendo o cerrando el peso de las naranjas  de anne michaels con dibujos de john berger.   Pero vamos un Trabajo de Mierda para colmo en negro como la mierda negra  cómo explicarlo en nuestra lengua se podría traducir como  un trabajo «verdaderamente» ingrato.   Y aunque usaba un traje guantes máscara y un lindo casco verde hedía por dentro y por fuera  de hecho yo fui el que le puse el pordentro & porfuera que en nuestro idioma  significa algo así como  el fétido externo ensombrece al fétido interno  amalgamándose hasta la hediondez extrema.   El punto es que se pasó sus buenos años  absorbiendo aquello y ya se sabe aunque las moscas cambien las piedras siempre serán las mismas.   Y de esas frases que soltaba  como para su redención futura fue quedando un fatal cansancio obvio  automáticas palabras varilla sonda acople llave inglesa papel residencia quizás quince. Mucha mierda.   Publicó algo  y volvió al Alto Volta  pero olía mal el «caca blanca» le apodó su familia. Que viene a significar más o menos sin certeza  alejándose o acercándose al campo semántico aquel que trabajó como poeta  para los que nos traen o nos quitan el trigo  de la boca.   O sea.       VE   Ve que soy su madre/ v/ ve que la visión suya está borrosa/ no v/ terminar sería la cola/ sacaría lastimarse por la pura/ no v/ v/ hasta aquí su labio dice que está entero/ y para qué nos pega con el cable/ v que distorsiona/ no le niego nada/ usted me v/ pero martillar la puerta/ vender la ropa/ robar botellas/ no es lo sano/ v/ Si le falta tratamiento debió haber avisado/ no v que acá soy la y única que sufro/ Y si le busco algo/ tendría que buscarle/ pero si no mueve el dedo/ v/ Son muchos los esfuerzos que se hacen// No suba la tele // Si no me oye/ v/ si cuando le hablo/ v/ No me va a salir hoy día sábado/ y me va almorzar la carbonada/ v que todavía está creciendo/ no v que está como una cana/ tiene que esforzarse v/ ya/ levántese ¿quiere que le prenda el cálifon?       EJEMPLO    Quieren que me vaya como si yo no quisiera irme  Entonces les digo me voy Pero al primer  o quinto paso Corren a buscarme  para que les planche el aire Les abra una zanja donde han de cruzar sus trajes.   Ayer fue lo mismo  Entendí claramente  quieren que me vaya  Eso es lo que se decían mientras cuidaba de sus niños   Yo jugaba a lo que en Alto Volta se jugaba Ejemplo La silla se llama lavabo la puerta sardina  La mesa vajilla y los zapatos cadira Entonces los niños gritaban Amarillo Ábrenos la sardina.   Era un juego y dijeron que me fuera  Que tenía que enseñarles las palabras  Como se debían   Ejemplo  abrir la boca s se dice reír.       TODOS       a edwin madrid & aleyda quevedo   quieren que uno vuelva a la normalidad  las cortinas quieren que uno  vuelva a la normalidad los gordos agotadores quieren que  vuelvas a la normalidad señora  ¿quiere que vuelva a la normalidad? hasta germán el teclado muerto ruega cuándo pagarás el teclado muerto ruega cuándo pagarás la cuota para la junta de normalidad dígame sin ambages si le apetece que me dirija  a la oficina central de normalidad a la carpeta  para postular a la normalidad din don bell  el turno de la blanca normalidad hermano hermano regresa por la normalidad  ¿me temes? dirá en quito la Mitad del Mundo  dirígete, pues, entonces, antes, a la normalidad  Palabra, en serio ¿quieres que sea rumbo a la normalidad?  es personal pero estarán tranquilos pero estarán a gusto  en fin arguméntenmelo de frente si cesarán  si mañana llego aquí y si mañana me presento  estilo normalidad por ser un dejo quizás un aire  estoy que me convierto hoy mismo  estoy que me hago de una  a la normalidad.       MARJORIE   Estoy en razón de un barco seco. Ladrando a deriva mi escorbuto. Domingo 5. Siempre es domingo 5 de milnovecientos setenta y uno para mis hijos y estoy planchando a estribor  mi escroto. Acá, siempre es acá en lo que me publico, espuma rancia  que me unta comisuras, babaespuma. Ni él ni ella, porque siempre hay un él ni ella que se hieren por la boca y no se hartan, dejarán de privarme de mi litro y mi ukelele. En la mañana necesito dos o tres dedos de ginebra para afirmar mi pulso. He vaciado las veinte píldoras de amital sódico. Me voy. Sé decirme ya tienes ese olor vinagre que da el encierro  y el escribir pedazos de poemas.  

Trastienda | El amante de Lady Chatterley o el eros de la igualdad

«Lo que ella hace al desear su placer sexual, tocándose, perdurando sobre el cuerpo del hombre hasta llegar al orgasmo, desinhibe la relación de la mujer con su cuerpo. Transgrede la propiedad privada y la común, generando una relación que rompe con la diferencia de clase y aparece la búsqueda mutua del placer sexual y el erotismo del tacto.» La novela El amante de Lady Chatterley de D.H. Lawrence generó un escándalo cuando se publicó en Inglaterra por Penguin en 1960, pero ya había sido editada de forma privada en 1928 en Florencia, hace casi un siglo. Lo que mencionan sus detractores es lo directo de las descripciones de las relaciones sexuales entre los amantes. Las escenas explícitas expuestas en el libro en la que el guardabosques y la señora de la casa Chatterley se encuentran para tener sexo, no son solo provocativas por lo que una época veía y sigue viendo como algo que no debe mostrarse en público. La provocación tiene varias aristas. Una de ellas, me parece una arista englobante, es la relación entre dos clases sociales cuyo encuentro está en el cuerpo, el placer y la ternura. Ahí no hay clase que valga, el deseo transgrede esa diferencia que es norma y ley de un orden. El erotismo femenino como aspecto que está imbricado en lo anterior, es incluso, más escandaloso y central en la novela con respecto a la sociedad burguesa y sus valores dominantes. Porque, en el relato, el eros es la fuga del dominio y propiedad del capital que respira y organiza de fondo su perpetuación y jerarquía. La directa búsqueda de placer y realización sexual de la mujer como un ser activo en el erotismo, es notorio y explícito en la novela. Por otro lado, está la clara distinción de clase incluso en el modo de pronunciar las palabras de la clase obrera y la molestia que esto provoca en la clase alta.    El guardabosques aunque ha logrado, como piensa el burgués Chatterley, superarse llegando a teniente en su servicio al ejército de Inglaterra, vuelve a la jerga rudimentaria de su pueblo. Eso le molesta en un principio a Lady Chatterley.   Fuerte demarcación de la línea de diferencia entre la burguesía y la clase trabajadora. De fondo la maquinaria de trabajo de la industria y sus dueños avanzando y explotando a los trabajadores que desprecian por sus costumbres. Los acogen de modo hipócrita por su conveniencia y esperan agradecimiento por brindarles la posibilidad de trabajar y ganar una miseria. A este respecto cuando la hermana de Lady Chatterley se entera de los encuentros eróticos, le advierte que el guardabosque es un hombre de clase trabajadora. Lady Chatterley le recuerda su adherencia al socialismo y, por ese motivo, a los trabajadores. Con ello muestra la simpatía hipócrita de una burguesía que demarca una distancia con los trabajadores y expresa su diferencia compasiva, envenenada en el origen por su autocontemplación jerárquica. Llevan la sensación de superioridad impregnada, aunque defiendan las ideas políticas de emancipación de los trabajadores.     Los trabajadores no pueden organizarse, ellos dependen de los dueños y son ellos, los dueños, quienes deben guiar a las masas humanas, piensa Chatterley, la igualdad no es posible porque todos seríamos pobres. Este aspecto se muestra, además, en el requerimiento de obtener de ella un hijo, aunque no sea suyo. Esto, porque Chatterley al estar lisiado no tiene relaciones sexuales con su esposa. Sin embargo, debe reproducir la continuidad de su imperio de minas de carbón, le preocupa la continuidad de la propiedad que se extiende más allá de su vida. En este sentido el matrimonio es el mecanismo de la propiedad privada que subordina a la mujer y su deseo. En ese escenario el erotismo desplegado por los amantes en una casita del bosque no responde a nada, solo al impulso de un deseo auténtico y transgresor.   Lo que ella hace al desear su placer sexual, tocándose, perdurando sobre el cuerpo del hombre hasta llegar al orgasmo, desinhibe la relación de la mujer con su cuerpo. Transgrede la propiedad privada y la común, generando una relación que rompe con la diferencia de clase y aparece la búsqueda mutua del placer sexual y el erotismo del tacto. Los sentidos son ese encuentro que tampoco genera una propiedad común sino una huida que encuentra una relación genuina y hundida en la ternura. La ternura expone lo masculino a una apertura enigmática con la proximidad de la caricia. No obstante, la figura masculina burguesa aparece como una figura egoísta, de auto placer, lisiada y llena de mandatos de apropiación.   El deseo hoy cooptado por el estereotipo de los cuerpos, controla la posibilidad de fuga y limita esas vidas y sus imágenes a un determinado valor de exposición en el mercado del éxito. El deseo tiene un paisaje y un relato que ingresa por el brillo de la pantalla en el ojo de manera simultánea, acrítica y determina lo que debemos desear. Lo que no genera poca frustración, pero aúna los esfuerzos y la búsqueda de satisfacción en lo que se parece a ese algoritmo. Hace casi un siglo atrás la novela ve la posibilidad del eros y la ternura en la recurrencia a la piel y al tacto como lo común, no conquistado, sino cuyo placer está en el encuentro que ha desarmado todo refugio. El «estar» expuestos el uno al otro sin agotarse mutuamente. O cuyo refugio es una frágil casucha de caza en el bosque. Esa casa produce la impresión de la inminencia, de la mirada inquisidora, de que están afuera expuestos al juicio de la sociedad jerarquizada. De que siempre que están juntos, en la intimidad de sus cuerpos, están a la intemperie. Expuestos a su destrucción por todas las costumbres que vienen a reclamarlos y por no hallarse en ninguna más que en la piel.        

Alambres de la noche, poemas de Alfredo Dario Morelli

Alambres de la noche es el primer poemario de Alfredo Dario Morelli (Córdoba, Argentina, 1961), quien además de escritor las ha oficiado de basquetbolista profesional, profesor y actor de cine -como se indica en la contraportada del libro-, siendo además parte del grupo de rock “La clave peste”, donde toca saxofón y flauta traversa. Autoeditado en Buenos Aires en 2022, Alambres de la noche consta de treinta y un poemas construidos a partir de un lenguaje desbrozado, muchas veces talado, mutilado, que reflexiona de manera crítica -y críptica- acerca de asuntos como la vida en la “modernidad tardía” sudaca, la tecnología, la globalización y la idea (y práctica) de dios, realizando asimismo una exploración al propio ser, al cuerpo, a la autobiografía.   Selección de poemas   CVIII   escribir antes o después de la negrura todos los detalles con herramientas precisas   trasladar la cosa una persona de lápiz puesta en la balanza de dormir vestida con la hernia inguinal del orfanato   ocupar sus ojos ambos defectuosos con el precio del pasto con el barro largo como todo el cabello del mundo   una persona en sí misma arrestada por intento de vida cuando cortaba píldoras a mitad del catre   una estadística de luto pensionada en la palabra sabiendo que el imperio no termina por más ventanas rotas   mece la silla cirujana un plan en la mesa del día   todo albergue crema su demonio     IX   dice mutilado  y nadie piensa en amor   porque cómo podría una caricia una mano hermosa en el gesto claro de acercarse   la uña a medio enclave del acoso cumpliendo con el tránsito es decir frenar cuando la señal indica que es otro el que quiere   cómo podría donde dice mutilado  leer que está completa la línea de la vida   la palma arde arde el dorso la mano está, aunque no toque     L   un desayuno es la distancia entre el camastro niño de tus miedos y la taza senil calostro de la muerte infusión de lobos   no es fiebre la pesadilla no es pastilla el basurero en la garganta   antes era yo el amanecido y era un hambre tierno tus tostadas   entonces  este pan residuo de mil años esta bandeja en la vértebra rota del tiempo   se ahíja el bocado cuando la boca es madre     VII   dios nació lisiado se atragantó el pescuezo con la vara de medir   nunca tuvo canto voz no tuvo una voz de hablar bajito   mudo de silencio graznó siempre las espadas sus medidas   roncó degüello en los preceptos rezos rapaces a ambos lados de la hoguera   acérquense a mí rengos de lenguas paralíticos de chillidos oratorios disfónicos de amor hijos tullidos de mi verbo   para ustedes las biblias tetrapléjicas muletas mandatarias del versículo apoplejía de sermones   prometo el cielo más afónico de baile   mi diestra hemipléjica de música mi amputada lengua   dios nació inválido de piedad y aúlla infiernos     LVIII   clasificado rojo en las córneas cuando el riesgo crediticio en GPS usaba mapas y se movía para que ninguna ciudad quedara intacta   alambres de la noche llamadas en la secuencia correcta enorme equilibrio de los bienhechores su única acción gratuita   mientras los oficiales del suburbio minan el largo puente de metal vomitan agricultores chinos con maquillaje de gorras   revisamos lazos familiares presos en la enciclopedia equívoca trocamos aquel viejo asunto automático el amor por nuestro tiempo obsoleto vamos hacia la reliquia de alguien poderoso sus manos de tumba   digiero mis pastillas dopado de ideas ruinoso pozo en la mirada, desconcierto como si las cosas  salieran mal por todos lados   un genuino nirvana conurbano   quién quiere este paisaje? este simulacro participantes originales predispuestos!   torciendo la larga línea dura al precio de la carne incubamos la solución macabra el bello retrógrado artista de nieve      

Narrativa chilena actual | Cómo convertir tu hogar en una casa inteligente

«Haga siempre el aseo, es indispensable tener la casa limpia. Una casa con pasillos limpios es una mente propensa a hacer mejores sinapsis. Usted necesita llegar a un punto en que alguien le diga que tiene un perfil smart. Así es, en inglés, en español no es suficiente, es simplemente un lugar común, un cumplido vacío, una lata de atún.» Primero habítela y haga terapia. No prenda inciensos ni instale cuencos tibetanos ni cascadas eléctricas. Siéntese en el suelo, cruce las piernas y medite al menos veintiún días seguidos para generar hábito. Luego llénela de libros. No le haga caso a los documentales de Netflix. Siga su instinto, pero no mucho. Los libros que meta a la casa elíjalos con pinzas. No instale espejos, y si instala alguno, por herencia o porque ya lo tiene, trate de que no sea circular. Si es circular envuélvalo en papel de diario, péguele una etiqueta que diga VIDRIO/ESPEJO y tírelo a la calle. Luego vea sus preferencias. ¿Quiere mascota? ¿No le gusta estar materialmente solo? Piense en un perro o un gato. Si es gato su casa ganará en IQ. La panorámica de su casa será HD. Si es perro los olores comenzará a sentirlos más fuerte. Tal vez le den ganas de drogarse o tal vez le de mucha aversión fumarse un porro. No lo haga. Haga lo que le digo y no haga lo que le digo. Caí en la trampa del decálogo que avisa con romper las reglas, me doy cuenta, pero Usted trate de no hacerlo, sea como Bartebly. Tire su ropa vieja y su ropa “nueva”, esa que usó únicamente en eventos especiales. Si no tiene plata para comprarse ropa nueva no se preocupe, siempre habrá un amigo bondadoso que pueda pasarle ropa que no usa y que está bien. Lo importante es dejar atrás ciertas cosas. Usted sabe cuáles son. Le recomiendo no colgar mucho cuadro ni hacer collage. Sé que es un buen ejercicio, pero es eso, un ejercicio, uno no anda colgando los abdominales ni las sentadillas que hace en los muros. Deje que su cuerpo hable. Escúchelo. Haga siempre el aseo, es indispensable tener la casa limpia. Una casa con pasillos limpios es una mente propensa a hacer mejores sinapsis. Usted necesita llegar a un punto en que alguien le diga que tiene un perfil smart. Así es, en inglés, en español no es suficiente, es simplemente un lugar común, un cumplido vacío, una lata de atún. Si tiene trabajo, y por esas cosas de la vida ha sido premiado con un ascenso, no trate a los que están por debajo de usted de subordinados. No estamos en guerra. Adiós a las armas. Para eso son los libros. Le recomiendo hacerse con los ejemplares de The 20th Century’s Greatest Hits: 100 English-Language Books of Fiction by Larry McCaffery. No importa que no nos lea. Téngalos. Hágalos parte de su casa. En algún momento se harán parte de usted, de su cuerpo, su piel un día amanecerá hecha papel bond ahuesado de 80 gramos y estará tatuada con la tinta invisible tralfamadoriana de Matadero cinco o el lirismo y nostalgia sureña de Del tiempo y el río. Sin duda que así será mejor persona. Si no lo es al menos lo habrá intentado. Después de todo intentando se aprende. Usted sacará sus propias conclusiones. Si usted es mujer le pido que ignore la lista anterior y llene su casa de escritoras. Y si es hombre también. Téngase a Iris Murdoch y a Dubravka Ugresic como autoras de cabecera. Si usted es hombre también tendría, debería hacerlo. La inteligencia no tiene géneros. Si quiere ser sensual lea la trilogía de la mariposa, el septeto de los celos, y haga el viaje interior; visite su pasado, hágale mimos a su niñe interior y envuélvase en las sábanas de su cama: transfórmese en ese capullo que necesita. Ya está bueno de arrastrarse por el piso. A esta altura si no quiere hacerse con libros imprima las siguientes listas: “100 best novels de la Modern Library”, “Libros de cabecera de Rodrigo Fresán” en EnriqueVilaMatas.com, “Los 100 mejores libros del Club de Noruega” y “Los 100 libros del siglo XX según Le Monde”. Luego quémelas y junte las cenizas, desnúdese y espárzalas por su cuerpo. Le recomiendo que guarde un poco de cenizas. Compre un vino y bébase una copa mezclada con cenizas. Si tiene un mal de amor puede hacer algo parecido. Aproveche su soledad. Imprima la foto de esa persona, quémela, y bébase también un poco de esas cenizas: el resto báñelo en miel y entiérrelo en una flor, en un rosal inmenso, bello, que pondrá en el balcón de su departamento o en el patio de su casa o simplemente en el living si no tiene patio ni balcón, simplemente en el espacio que lo contiene y que estamos haciendo smart. ¿Tiene algo mejor? No tiene algo mejor.   Júntese luego con esa persona, evidentemente sabe quién es, si no lo tiene claro medite. No espere. No sea tímida. Al contrario, sea cada vez más valiente y salga. Invítela al supermercado, cocinen algo juntos, no trate de sorprender, no trate de ser nada más, sea la misma persona aburrida que es todos los días, no necesita más. Si esa persona no le da bola pase página, no use marcadores. Si no puede vuelva a terapia. Luego haga un cheque con papel de cuaderno y envíeselo a sus padres. No me pregunte porqué. Usted sabe por qué. Cocínese rico, compre frutas, compre verduras, y sobre todo cómaselas. Dese ese gustito que tanto aplaza. No espere más. No espere. Pinte las paredes de un color neutro. Revise listas de colores y apréndase sus nombres. Tal vez termine pintando las paredes de otro color o con figuras geométricas. No ande a la moda. Su casa no necesita moda. No cuelgue santos ni budas. No caiga en el sincretismo religioso, eso ya nos lo hicieron los españoles cuando desembarcaron en California y

Panóptico | Escribir como utopía

«¿Le pagaran a alguien en este país por hacer Literatura? ¿Cuántos escritores podrán vivir solo de lo que escriben, aquí en Chile? Estas preguntas podrían hacerse también en otros ámbitos artísticos ¿Cuántos artistas pueden vivir, en este país, solo de su arte, sin tener que trabajar en otros empleos?» Hoy es viernes por la tarde, comienzo de otro prometedor fin de semana, en el cual tendrás tiempo para escribir. Toda la semana has esperado este momento. A esta hora estás en tu dormitorio descansando del trabajo, con la luz apagada, tratando de sacudir de tu cabeza la acumulación de correos, órdenes (desde arriba y hacia abajo), de reuniones, de lugares comunes, de ese lenguaje escalofriante de “la pega”, en fin, tratando de poner la mente en blanco para poder generar alguna “idea luminosa”, algo de que escribir. Pero te quedas dormido, pasa el tiempo, ya es hora de comer y te llaman; la página en blanco podrá esperar otra hora (como ya ha esperado toda la semana).  Luego de la comida y el lavado de platos, se hace el silencio y es hora –te dices- de escribir, leer o pensar, pero al refugiarte en ese cuarto lleno de libros que llamas “biblioteca” y encender el computador, no se te ocurre nada que poner en la pantalla, ninguna cosa, ni siquiera una frase relativamente decente. Para buscar inspiración empiezas a recorrer los sitios de noticias, pero es la misma bazofia de siempre, con los mismos comentarios incendiarios o descerebrados de individuos que se parapetan tras un pseudónimo. Mejor quizá revisar tus redes sociales, tal vez haya un milagro, un chispazo, pero entre tanta foto insulsa de gente celebrando, mensajes llenos de esperanza o de “memes” para niños de 5 años, te pierdes. Entonces revisas tu  correo personal, pero, claro, no hay nada nuevo, no te has ganado ninguna beca, ni ningún concurso literario últimamente; el resto, notificaciones de tu banco ofreciendo o quitándote algo. Así que decides que lo mejor es apagar el computador y, si viene algo a tu cabeza, lo que sea,  lo escribirás a mano. ¿Qué tal si te ayudas con algún libro de tu biblioteca y buscas allí inspiración? Tienes tantos ¿Cómo allí no vas a encontrar nada? Y te transformas en un personaje ciego de Borges, buscando una respuesta inútilmente. ¿Por qué inútilmente? La respuesta es simple, porque después de 15 horas de estar despierto y de 12 horas de trabajo es más cómodo, vegetar que tener que idear alguna frase medianamente original y pretender redactarla.  Además, cualquier libro a esa altura del día te resulta ininteligible, sobre todo para un cerebro exprimido toda la semana, como el tuyo, a lo más, podrás leer los subtítulos de alguna mala película o de una serie. Entonces, claro, escribir es una utopía. Esto es así porque en lugar de dedicarte solo a escribir “literatura”, para sobrevivir, tuviste que “elegir” trabajar, usar la parte más valiosa del día en un trabajo bien o mal remunerado. Bueno, por lo menos si está bien remunerado, puede servirte de consuelo. Me pregunto ¿Le pagaran a alguien en este país por hacer Literatura? ¿Cuántos escritores podrán vivir solo de lo que escriben, aquí en Chile? Estas preguntas podrían hacerse también en otros ámbitos artísticos ¿Cuántos artistas pueden vivir, en este país, solo de su arte, sin tener que trabajar en otros empleos? Es así como este caso, se puede extrapolar también a otras áreas. Pongamos un ejemplo que quizá coincida con el caso de alguien que conozcas (si esto es así se trata de una mera coincidencia). Supongamos que ese alguien es o se cree un escritor “profesional”, escribe, publica en revistas o pasquines y que, luego  de decidir que quería agregar a la gran lista de “obras maestras”, la suya, permitiendo que un grupo de inocentes (los lectores) lo leyeran, hizo una autoedición o edición provinciana, luego “lanzó”  su libro, hubo discursos de algunos amigos y esperó la recepción de la crítica y el llamado de las librerías (a las que él mismo llevó su libro) pidiendo más ejemplares de su obra.  Pero, como siempre, no pasó nada, muy pocos pagaron por su “master piece”, la mayor parte de sus libros se quedó en su casa. Nadie lo “descubrió”. Así que no pudo cumplir el sueño de vivir como artista, tener su refugio frente al mar con conchitas y mascarones de proa. Es más, aún vivía con sus papás, para quienes ya no era “la gran promesa” que solía ser.  Así que llegado a este punto, pues no tuvo ni apoyo familiar (pues debe aportar con dinero en la casa) ni el mecenazgo de algún partido o el “pituto” de alguna beca de creación, en fin, en estos tiempos neoliberales, decidió vender su alma, o sea,   decidió trabajar y desempolvar el cartón universitario que había guardado, porque no quería ser un pequeño burgués, un triste funcionario; pero tuvo que trabajar, así que buscó algo más o menos adecuado a su estatus de escritor y postuló a varias empresas que pudieran usar su ingenio y creatividad. Un trabajo limpio que le permitiera, piensa, acceso todo el tiempo a un computador, donde podrá seguir escribiendo en esos “tiempos muertos” que se dan en todas las pegas. Finalmente y luego de varios portazos o de esperar llamadas que nunca llegaron, “decidió” hacer clases. La docencia nunca ha sido enemiga de la escritura. Hay tanto escritor que ha sido profesor, además. Claro un escritor tiene tanto de que hablar, puede entonces trabajar en alguna unidad educativa (como se le llama hoy) hay muchas: colegios, institutos profesionales, centros de formación, universidades, por qué no. Ni siquiera es necesario haber estudiado pedagogía, mucha gente relacionada con la educación, incluyendo los ministros, no han estudiado pedagogía. Descartó los colegios, pues no se veía haciendo clases a un grupo de adolescentes a los cuales nada les interesa, así que optó por la educación superior, pues la gente que lucha por ser profesional debería ser más responsable, más enfocada,

Poesía chilena actual | La copia infeliz del mito, siete poemas de Javier Ossandón

La poesía de Javier Ossandón (Santiago, 1990) se halla atiborrada, entre otros elementos, por diversas mitologías de la Antigüedad (griega, judeocristiana), la cultura popular tanto del mundo occidental como oriental, conceptos astrológicos, saberes ancestrales de las culturas indígenas y la obra de variopintos poetas contemporáneos, que se plasman en una mirada crítica y desesperanzadora de Latinoamérica y en especial del Chile postdictadura, generando un pastiche que hace foco -más por extensión que por síntesis- en los distintos grupos de víctimas que conforman nuestra sociedad actual o “copia infeliz del mito”. Poesía esencialmente política y de ambiciones totalizadoras, la obra de Javier Ossandón está contenida en sus libros Christi (2016, Alarido Ediciones) y Continente Aureal, texto aún inédito.    Selección de poemas   SALMOLILOQUIO (fragmentos)   III Padre traición ahora entiendo tanto Cuando veíamos una película acostados los dos refugiado yo de los deberes escolares sumidos en la pereza de tus sábanas y las de mamá Allí tú te dabas cuenta de mi erección en la escena que me excitaba de mis tocaciones y nada decías por no querer enterrarme la vergüenza por la espalda Eras piadoso benévolo pero cinco años después en reacción de nuestros signos constelares cargaste las nubes de dagas que caerían sobre mi cabeza   IV Padre traición deseo ahora entiendo tanto tanto Soy esa mescolanza de horror y dulzura Tener a venus en tauro se decodifica como si mi amor se violara a un toro todos los días Y la culpa dónde queda ¡y yo que te culpaba tanto! Por tu culpa por tu culpa por tu culpa te decía Y mi amor se viola a un toro y un toro me da mañana y noche Es lo más parecido a la felicidad   V Padre traición rabia deseo soy tu retrato en esta tierra Desierta yo también te entregué un día a tu soledad un día entero y tú no dijiste nada Mientras lloraste eyaculé imaginándome acabar en tus ojos solos Acabar en tus ojos fondo de una estepa sombría cargada de sueños donde tus constelaciones vacilaban entre un instante y los proyectos entre el amarme y el poseerme Y ahora aquí me tienes entregado a tu propia luna Me encomiendo bordando nuestro dolor con grumos de cal       CONTRAESTACIÓN CUATRO/ LA FISURA DEL SILENCIO   Madre luna se ríe de tus pensamientos Ella tiene cielo cal cosmos Ella es origen Es las noches maravillosas donde el Padre la pasaba con Gabriel en el bar vino y polvo tantas cosas que no se sabían   Madre tejía una calma sin él Una cama tejía Un clamor acuoso en las sábanas Todo lo tejía sin él Es origen porque ella todo lo sabe y en la sabiduría todo nace El padre le decía que ella no En silencio se hacía la tonta pensando Sí sí sí oh sí   La madre tiene el poder y no lo entiendes La madre es el padre y el padre nunca lo supo La hembra no es el hambre          es el hombre     SEXTA ESTACIÓN / CAPUCHA SACRA   La Vero te pasó una capucha Pero antes la empapó en amoniaco La pasó por el humo de la basura quemada La azotó contra las olas de un charco muerto Le estampó una serigrafía    AQUÍ SE EMPALÓ TODO EL DOLOR  Y TODO EL AMOR DE NOSOTRES  AQUÍ TENEMOS EL SUDOR DE UNE COMPAÑERE  NEGRO COMO NUESTRO ODIO COMPAÑERE   No había tiempo así que le quitaste la capucha con rabia escribiste rápidamente con lápiz pasta turquesa al reverso    Yo no quiero mi vida sepia en un futuro pareciendo como  francesitas las “e”.No quiero que nos inventen una lengua especial Que no me institucionalicen nunca la vida, ni que me legalicen el amor … Me ha costado demasiado este dolor para que lo arreglen todo con papelitos y firmas                ¡CHARCOS DE AZUFRE MULTICOLOR                                    SOBRE LA PIEL                           PIDAMOS LO IMPOSIBLE!   Refriegas la capucha en tu mejilla Besas las letras que desintegran tus labios en finos hilos turquesa como la rabia en este hemisferio   Una entrega fosforescente y constante hacia la nada                                                            De Christi     PRADERA DEL AVATAR (parte II)   Orfeo lloraba la ausencia de su amada Eurídice   La buscó en los desiertos En las selvas En las cavernas australes del mundo Pero sólo pudo ver la presencia ausente Su piel hologramada ─La Copia infeliz del Edén ─ en todas partes   Entonces el dios regó el canto de sus liras lamenteras que furiosas transformaron los cipreses en juncos Delimitó nuevos espacios a la orilla de los ríos para lavar pedazos de su piel desgarrada y ofrendarla a los antiguos dioses masacrados por el frío impertérrito   Pero la eternidad ya no existe en estos territorios australes La traición a la muerte se hizo carne   La formación geológica de los siglos venideros asimiló la tierra fértil del fracaso   Una lágrima de norte a sur fue la copia infeliz del mito   “I am a Creep, I am a weirdo… “ En inglés cantaba el helénico dios       HAMLET EN CHILE/ LA TRAGEDIA DE LA TRANSICIÓN   Quise vengar a mi patrio muerto El problema es que nació muerto   Lo sepultaron sus símbolos Su bandera es una mordaza que le cosieron en la boca Su cuerpo es la geografía de la guerra de Arauco En vez de cabeza decapitada tiene un reloj de arena húmeda que se niega a avanzar Bajo sus axilas penden dos araucarias que arden En sus hombros se establecen dos recámaras simétricas Dentro hay esqueletos

Narrativa chilena actual | Homicidio epistolar

«En esos tiempos en el círculo literario estaba en boga un poeta llamado Ruy Tarragona, que vivía en Buenos Aires y de quien se decía que había tenido un affaire con Pizarnik. Resultó que un primo mío estaba estudiando teatro en Argentina y tenía un amigo que tenía un tío cartero. Este averiguó el domicilio del poeta y llegó a oídos de mi primo. Un día vino a visitarnos y secretamente me dio su dirección y empezamos a mandarle cartas. Primero fue el Chico que le mandó una compilación de todos sus poemas para saber su opinión. Después fue Iván que le escribió preguntándole consejos de escritura y luego el Perro le mandó una carta medio en serio y medio en broma, recomendándole libros.» Podría decirse que la matamos. Y nos pareció sumamente jocoso. Tanto así, que cada vez que nos reuníamos lo recordábamos entre carcajadas. Como ya no me quedan amigos vivos, procedo a dejarlo por escrito para que cualquiera pueda actuar como amigo mío.   Eran años maravillosos, paseábamos altivos por los pasillos de la Escuela de Derecho creyendo que veíamos cosas que el resto de los estudiantes no eran capaces de apreciar. Claro, porque ellos eran proyectos de abogados en esa fortaleza gris, mientras que nosotros nos considerábamos poetas con conocimiento jurídico. Nos hacíamos llamar “La 594” porque encontrábamos que ese artículo era el más poético del Código Civil. Dicha disposición aún esgrime que “se entiende por playa del mar la extensión de tierra que las olas bañan y desocupan alternativamente hasta donde llegan en las más altas mareas”.    Como toda juventud sana, éramos desmesurados. Nos poníamos en la vereda de De Rokha y no leíamos a Neruda en público. Como reivindicábamos la literatura latinoamericana, todos los escritores afrancesados nos parecían unos traidores y cada vez que podíamos escribíamos en los baños cosas como: “Emar chupa pico”. Nadie nos daba mucha pelota, pero nosotros creíamos estar hirviendo la revolución desde nuestra trinchera.   En esos tiempos en el círculo literario estaba en boga un poeta llamado Ruy Tarragona, que vivía en Buenos Aires y de quien se decía que había tenido un affaire con Pizarnik. Resultó que un primo mío estaba estudiando teatro en Argentina y tenía un amigo que tenía un tío cartero. Este averiguó el domicilio del poeta y llegó a oídos de mi primo. Un día vino a visitarnos y secretamente me dio su dirección y empezamos a mandarle cartas. Primero fue el Chico que le mandó una compilación de todos sus poemas para saber su opinión. Después fue Iván que le escribió preguntándole consejos de escritura y luego el Perro le mandó una carta medio en serio y medio en broma, recomendándole libros. Pasó un mes y ninguno tuvo respuesta. Fue entonces que, en son de venganza, durante dos meses, le empezamos a mandar cartas todos los días. Con poemas nuestros, con poemas robados, con insultos y ya sobre el final con fotos de genitales, que revelábamos de manera artesanal.   Hasta que una tarde en el patio de la Escuela decidimos detenernos y tomar otro curso de acción. Acogimos la idea del Chico que consistía en escribirle como una joven enamorada, a ver si ante otros estímulos el laureado poeta respondía. Entre los cuatro elaboramos una carta que exudaba delirios de amor y deseo. Debo admitir que más de uno de nosotros se olvidó por un momento de que esto era una broma y fue inevitable terminar en el baño. Cuando la terminamos se la mostramos a una amiga para que nos diera su opinión, pero a su juicio era demasiado evidente que detrás de esa prosa había un macho. Así que ella la editó, o mejor dicho la escribió de nuevo, limando todo aquello que pudiera sugestionar que pasó la pluma de un hombre por ahí. Luego de leer la versión final, se nos subió a todos la sangre a la cabeza y quedamos mudos. Gloria era justo el elemento que nos faltaba para canalizar nuestra vulgaridad y seguir riéndonos de Tarragona. Además, se le ocurrió meter dentro de la carta una foto de su tía, que en su juventud había sido modelo y seguramente llamaría la atención del destinatario. Para ser honestos, la tía de Gloria era bastante parecida a ella.   Enviamos la carta bajo el nombre de Andrea Ravello y esperamos. Al cabo de una semana obtuvimos respuesta. Si bien no era la misiva más fogosa que han leído estos ojos, el que haya respondido ya era un triunfo. En su carta primero daba las gracias por el cariño y admitía tener un poco de pudor ante tanta devoción. Por otro lado, parecía querer tantear terreno con su remitente ya que le preguntó acerca de su vida, de sus gustos literarios y si escribía algo. Nosotros saltábamos de alegría por haberlo hecho caer en la trampa. Solo Gloria se mostraba un poco más medida y nos recordaba que teníamos que escribir una respuesta cuanto antes.   Ahora la hicimos conjuntamente entre los cinco, pero Gloria era la que más aportaba. Ella era la escritora principal, pero noblemente iba incorporando nuestras ideas y nos reíamos. Nadie lo decía, pero en un minuto lo que menos nos importó fue el poeta. De a poco se fue convirtiendo en una competencia por sacarle sonrisas. Hasta que quedó lista nuestra respuesta.   Con una mezcla de elegancia y atrevimiento contestamos las interrogantes de Tarragona, siempre dejándole entrever el deseo carnal que se apoderaba de quien escribía. Lo investigamos bien y llenamos el texto con anzuelos para atraparlo. Encontramos todo aquello que se podía encontrar sobre lo que le hacía vibrar y lo colocamos minuciosamente. Gloria escribía como si se acabara el mundo y le hablaba de cuánto quisiera poder estar en su cama. Al terminarla, no nos reímos tanto leyéndola porque empezábamos a dudar de si ella seguía en la sintonía de nuestra broma.   Esta vez el poeta fue mucho más arrojado en su correspondencia. Estaba metiéndose de lleno